El tránsito, no ya de puntillas sino simplemente a la carrera, por algunos de los temas más espinosos de la trama (violencia familiar y callejera, drogas, prostitución empresarial...) deja bien claras las intenciones del filme.
Durante la primera hora de metraje hay algunos desequilibrios que afectan el ritmo de la película. Sin embargo, el segundo acto es notablemente superior y logran levantar la historia.
La película comienza de manera apagada y deliberadamente anticuada, pero mejora a medida que avanza la trama. Lo que mantiene su nivel de entretenimiento es el retrato acertado de la amistad entre las tres adolescentes.
De aspecto convencional y puesta en escena que no pasa de lo académico, se acerca a los inmortales mitos de las sectas, las supersticiones y las reliquias.
Con aún más lujo y repleta de cameos, confirma que tiene la trascendencia de la foto de cuatro idiotas marcando músculo en un yate. La belleza dramática estaba en el interior de esas cabezas, pero la superficie vende infinitamente más.
A 'Infiltrados en la universidad' se logran algunas risas, pero sin llegar a impresionarnos. Sin embargo, le falta un elemento crucial en ciertos momentos: la dosificación del tiempo de los chistes.
Producto con un envoltorio de lujo y varias secuencias de acción muy bien dirigidas, que esconde unos diálogos de chistecillo cuartelero y una trama que no serviría ni para un soso episodio de la serie.
Estupenda comedia sobre la revolución francesa de las finanzas. Que una historia tan especializada pueda ser simpática, divertida y emocionante es mérito de los diálogos y la complicidad en la puesta en escena.
Sólida película. Tiene en la mesura de la propuesta emocional sus mejores argumentos. El otro punto álgido de la película radica sin duda en las secuencias de buceo en la cueva inundada, rodadas por Howard con loable clasicismo.
No arranca del todo bien y tarda en encauzarse, entre otras cosas porque a Coira le falta estilo visual. Más entretenida que trascendente, tiene una última media hora interesante en la que sus múltiples hilos se acaban hilvanando.
De bonitas imágenes y texturas, la película presenta un matiz social con un toque humano tan extravagante como delicado. Las interpretaciones son estupendas, convirtiéndola en una encantadora comedia británica.
El hecho real siempre se sitúa por encima de la forma en que se narra. La producción tiene un aire un tanto anticuado, pero demuestra esa característica del cine británico de plasmar en la pantalla importantes episodios históricos.
Aboga por el suspense continuo. Para quienes solo busquen entretenimiento, puede resultar placentera y suficiente. Sin embargo, aquellos que demanden un examen histórico hallarán personajes caricaturescos.
Un encomiable estudio sobre el poder y su fachada, sobre la soberbia y sus desvalimientos. (...) su radiografía de la supremacía de la vileza es fascinante.
Las interpretaciones de la siempre magnífica Amy Ryan y de la excelente Thomasin McKenzie completan el notable trabajo de Garbus, en todo momento alejado del maniqueísmo, revelando las terribles aristas de un universo dramático de enorme complejidad.
Comedia dramática con toques de melodrama sentimental, meloso y sin apenas brío, que se ambienta en una colonia de soldados británicos no pasa de convencional producto de buenos sentimientos.