La autenticidad se presenta de manera limitada, ya que recurre con frecuencia a clichés verbales. Los personajes carecen de profundidad y son meras representaciones de roles familiares que nunca logran desarrollarse por completo.
Si alguien quiere entender por qué practicar la comedia negra es tan complicado, que vea '¿Y ahora adónde vamos?'. Encontrará un claro ejemplo de lo que no se debe hacer.
Algo tan fresco como trascendente. Como suele ocurrir en Payne, en su puesta en escena se mezcla la naturalidad casi de documental con algunas imágenes impactantes. Su escritura siempre es afilada, tanto por su humor como por su amor.
Agilísima puesta en escena. Ol Parker logra extraer el máximo provecho de diálogos que abordan situaciones algo indiferentes. En conjunto, se trata de un producto que se sitúa un paso por encima de la media.
Irregular pero interesante. Cuando la comedia negra, que aparece en la mayoría de las situaciones, no se impone a través de actuaciones exageradas o chistes poco sutiles, la película logra sus mejores momentos.
Jonás se confirma como una rara avis: por el uso del lenguaje cinematográfico, por su visión de la existencia y por los referentes cinematográficos y literarios desplegados.
Melodrama pasajero o agradable para los que se queden en la superficie, y cochambroso para los que profundicen en la nefasta construcción de la historia.
Comedia con un toque dramático, donde el espectador encuentra entretenimiento, un poco de romance y un toque de chispa. Sin embargo, todo parece seguir un patrón rígido y calculado.
De atractivo planteamiento y desarrollo fracasado, que va perdiendo su inicial complicidad conforme la melaza y el trazo grueso se apoderan de su tono.
Se percibe un cierto amateurismo, como el de una primera película hecha con escasos recursos. Hay una sensación de apresuramiento y falta de atención al detalle, así como una escasa autocrítica.
Curioso, desigual, simpático y algo ingenuo filme destaca sobre todo por una laboriosa estructura basada en continuos saltos. A pesar de algunos momentos de duda, todo acaba encajando de manera perfecta.
Comedia de sentimientos. Se trata de una película pequeña que busca tocar la fibra sensible del espectador y, sin duda, no debería pasar desapercibida.
Polanski lleva a cabo una de las debacles más sorprendentes de su carrera cinematográfica. Resulta difícil de comprender cómo, a los 90 años, decidió involucrarse en una complicada producción que se extendió a lo largo de 17 semanas.
Violentísima película de acción, es una pequeña obra de cámara, breve en duración y austera en sus escenarios, que logra destacarse sobre su (aparente) simplicidad como un entretenido pasatiempo de salvaje creatividad.
La película se deja llevar por la ocurrencia, la superficialidad y un toque de desvarío. Opta por una acción sin prejuicios y por el humor. Sin embargo, la acción carece de fuerza, audacia e imaginación, mientras que el humor no logra aportar gran gracia.
Pese a su colorismo y a su estupenda producción, las viñetas de Javier Fesser, sobre todo la primera, discretísima, parecen descartes creativos de sus primeros tiempos en el corto.
El punto de partida es indudablemente maquiavélico, y lo más arriesgado es que se presenta en un tono de comedia negra. Sin embargo, la película se desvanece demasiado pronto.