La visión de Hirschbiegel se basa en un error fundamental. Las interpretaciones explícitas permiten identificar rápidamente quién es humano y quién no. El tono de la película se aleja del terror y se sitúa en el ámbito del cine político posterior al 11-S.
La película, a pesar de sus defectos, huele a verdad y refleja un hedor contemporáneo. Es una de esas obras, lamentablemente inusuales en el cine español actual, que, al hendir el cuchillo en la realidad, nos confronta con nuestra propia imagen.
Dirigida por su carismático actor en un debut tras la cámara con notable pulso, Creed III es, como sus dos antecesoras, pura cultura y comunidad negra. Y ese giro, manteniendo las esencias resulta fascinante.
Puñetazos de nostalgia. Huye del ridículo de la mayoría de las secuelas anteriores y mantiene cierta dignidad a pesar de que su personaje principal parece más un santo que un ex boxeador.
A los no tan aficionados al fútbol les sorprenderán las ambigüedades del personaje, mientras que los verdaderos amantes del deporte lo disfrutarán en gran medida, a pesar de las incertidumbres que pueda suscitar su formulación.
Una película que tiende hacia lo sublime, una obra de riguroso aparato formal que, en su despliegue con severa sencillez, trasciende la cotidianidad de su personaje para alcanzar también a la persona, su nobleza y su poesía.
Ni empacha ni repite. Con una puesta en escena sencilla, que no simple, perfecta en ritmo. Además, sorprende por la figura del presidente de la República propuesto.
En algún momento resulta algo superficial en los aspectos más polémicos, pero es probable que tenga un interés más relacionado con la mitomanía que con lo cinematográfico.
El guión logra destacarse gracias a los ingeniosos guiños metalingüísticos y a la adecuada evolución emocional entre Lorca y Dalí. Sin embargo, falla en el aspecto técnico.
El tono se reblandece demasiado, sobre todo en la secuencia final. Eso sí, en la dirección, apoyado en la preciosa fotografía de Eduardo Serra, Spacey demuestra buen gusto y las numerosas escenas de conciertos están filmadas con elegancia.
Al-Salami ha compuesto uno de esos proyectos irreprochables en su esencia que sin embargo no acaba de articular un discurso narrativo comparable a sus intenciones.
La cirugía es el nuevo sexo, según Cronenberg. Esta obra provoca intensas sensaciones y emociones, desafiando cualquier convencionalismo. Es un cine que explora el ardor y el dolor.
Interesante debut. Sapochnik articula bien su propuesta, trasladando de forma notable a las esencias de la ciencia-ficción aspectos tristemente actuales.
El objetivo no es divertir al público, sino perturbarlo, casi al estilo de Cronenberg. Natali logra este efecto, aunque en ciertos momentos parece hacer malabarismos en un alambre, donde por un lado se encuentra lo sublime y por el otro, lo ridículo.