Producto de confusa comercialidad. Tiene momentos de brillantez, pero también otros que caen en la desanimación, carentes de ritmo y pesados. Esto puede ser inevitable en una película que presenta más virtudes que defectos.
Una especie de Buscando a Nemo de saldillo, destinada a los críos más pequeños (no más de 8-9 años), que no pasa de lo digno en el apartado técnico, mientras en el narrativo todo suena a subtextos, relatos y emociones decenas de veces vistas y oídas.
Una historia escrita de manera desganada y con interpretaciones rígidas que, al llegar a la segunda parte, se olvida con tanta rapidez que parece prescindible. Eso no es cine, es simplemente una ópera filmada.
Mejor cuanto más intimista, 'La gran familia…', pese a sus dudas, acaba contagiando su espíritu popular: el de un gol que nos dejó con cara de no saber si reír o llorar.
La cirugía es el nuevo sexo, según Cronenberg. Esta obra provoca intensas sensaciones y emociones, desafiando cualquier convencionalismo. Es un cine que explora el ardor y el dolor.
Resucita el humor básico de la Troma, factoría de cine de serie Z, añadiendo altas dosis de gore. Nadie se lleva a engaño: La plaga es una película de bajo presupuesto de la Troma, pero con efectos especiales más impresionantes.
La historia se conecta con lo sencillo, evitando caer en lo simple. Temas como la nobleza, la dignidad, la redención, la venganza y el miedo están presentes. Hay arte en cada plano, en esa fotografía de textura áspera, tan destacada como la de su predecesora. Stallone y Rocky reciben el respeto que merecen.
El supuesto ateísmo resulta ser tan ilusorio como la propia historia. La representación del mágico universo del relato parece repetitiva, pero en este caso, todavía menos convincente.
Discretísima, la única parte que realmente destaca de esta comedia de espionaje con toques de película de colegas es el final, que tiene algo de garra. Sin embargo, se limita a apenas cinco minutos.
Su fórmula narrativa acaba convirtiendo un defecto en una virtud. Nada hay más alejado del cine que ver a un tipo largando una teoría tras otra durante una conferencia. Tiene el valor de la divulgación de lo incontestable más allá de sus más nimios defectos.
Wan articula una primera media hora con una elegante estilización de la nada, y una segunda mitad desbordante donde la confusión sexual y el travestismo generan tanto miedo como risas.
Una de las propuestas más insólitas del cine contemporáneo. Hay que celebrar la irrupción en la cartelera de una película tan única. Eso sí, dejemos los miedos de lado, ya que lo que encontramos aquí se asemeja más al estilo de Buster Keaton que al de Robert Bresson.
Un simulacro de gran película de Pixar. Los elementos cómicos apenas logran provocar una sonrisa en un par de ocasiones, sin embargo, lo que realmente rescata la película es su atención al detalle y la conclusión del romance.
La película es un desconsuelo que, eso sí, en modo alguno puede enturbiar las carreras de los implicados. Ahora bien, considerada individualmente, no hay por dónde salvarla.
Érase otra vez. Es la clara demostración de que lo fundamental en un buen relato es que esté bien contado. En este caso, eso no ocurre. Incluso si decides modificar la historia o continuarla, es crucial que lo hagas con convicción.
Un producto que está dirigido para ver en familia. Contiene unas estimables canciones, está bien producida y su tono está lejos de la grima que demasiadas veces va a asociada a este tipo de película.
Fluye de manera aceptable en su narrativa, pero presenta una técnica que roza lo simple. Se suma a la lista de esas discretas producciones animadas que llegan a nuestro país casi semanalmente.