Melodrama con toques de comedia. A veces, incluso algo extemporánea, como en los instantes de slapstick, definitivamente fuera de onda a pesar de la simpatía general del conjunto.
Esta película cuenta con dos virtudes fundamentales que la hacen irresistible: una escritura sutil y sensible, capaz de ser ligera y trascendental al mismo tiempo, así como un trabajo interpretativo excepcional.
Una historia que sí hemos visto mil veces y que no acaba de enlazar bien con el mucho más atractivo planteamiento. Lastrada también por una estética new age algo gastada, la película deja sensación de corto alargado.
Es, quizá, algo más plana de lo debido en su puesta en escena, pero sus criaturas, paradójicamente cercanas e insólitas a un tiempo, nos devuelven el aroma de aquel cine de los setenta.
Temas que, al presentarse de manera exagerada y dramática, desembocan en un delirio que se aleja de cualquier análisis posible, aunque esté revestido de una producción impecable.
Que una autora como Coixet pueda asumir una película de encargo y convertirla en un reflejo de su estilo es digno de celebración. Logra su objetivo con un trabajo de refinamiento emocional que se manifiesta a través de miradas, sensibilidad, luz y calma.
Una película que se siente más elaborada que la primera, presenta momentos embarazosos pero con una producción bien cuidada. El guion combina de manera efectiva, para bien y para mal, los dos grandes referentes cómicos de la juventud española.
Ni la puesta en escena ni un guión en el que todo cabe, desde la ausencia de planteamiento moral hasta el más rancio de los chistes, ayudan a que la película adquiera la condición que ambiciona.
Las batallas y la conquista de cada curva del río poseen una energía vibrante, evocando el mejor cine de aventuras. Sin embargo, el desarrollo del drama se inclina en exceso hacia un culebrón histórico poco convincente.
Comedia llena de discursos feministas y una gran galería de personajes que, lamentablemente, hacen que la película se acerque demasiado a la astracanada.
Las comedias de muertos vivientes han llegado al cine familiar. O quizá sea al revés. En todo caso, la fusión, al menos en este caso, no tiene ninguna gracia (...) En realidad, tiene muy poco que contar.
Aunque en principio en la película de Jarmusch encajan todas sus singularidades, como la extrañeza, la morosidad y el choque de culturas, también peca de cierto abandono. Así, nada sorprende.
La película se presenta como una efectiva broma que fusiona la interdisciplinariedad y el sampleado, así como la mezcla entre alta cultura y cultura popular.
Una fascinante historia que se presenta como un melodrama barroco y oscuro, con toques de humor negro. Destaca por su diálogos notables y un matiz trascendente.
Interpretada con convicción por Elisabet Gelabert, la película busca transmitir un mensaje de buena convivencia social, aunque el personaje que interpreta genera cierta antipatía entre el público.
La idea no es en absoluto mala. Sin embargo, su ejecución es deficiente. Se basa en una imagen visual que ofrece pocas posibilidades. En lugar de asombrar, provoca más sonrojo.
Tiene gracia y gancho, sensibilidad y ternura, simpatía y amargura. Unas animaciones sencillísimas, casi naífs, que redondean una película de notable atrevimiento en todos los sentidos, siempre directo, coloquial y expresivo.