La dimensión inicial de la película, prometedora, inaudita y con posibilidades de raigambre social, es finalmente mucho más encomiable que sus insustanciales efectos.
Cuando el director juega con la imagen, el color, las músicas y el sonido, la película se enciende maravillosamente, pero los textos nunca convierten a 'Mommy' en reflexión profunda.
Shailene Woodley brilla en los planos cortos, destacando por su capacidad de contener emociones, transmitir simpatía y mostrar matices. La historia presenta un guion original con frases que impactan por su sencillez y fuerza. Es una opción aceptable para quienes busquen una experiencia emotiva y conmovedora, pero aquellos que no lo deseen deberían
Domina el estilo sensorial de Sciamma, que articula un esquema de exquisitas formas casi más impresionista que realista. Casi en todo momento resulta auténticamente certera en su fisicidad.
Entretenida e interesante, presenta situaciones muy reconocibles e incluso brillantes en algunos casos. Sin embargo, se enfoca en resolver los conflictos mediante giros que resultan esquemáticos y excesivos, y sus desenlaces no aportan soluciones.
Más aparente que consistente. Los creadores optan por rendir homenaje, aunque en realidad se acercan más al saqueo. Es en la aparición del drama donde se evidencian con mayor claridad las costuras de la película.
Su tono se halla entre el romance, la nostalgia, el chiste esporádico y una ligera crítica (jocosa) a una sociedad en la que parecemos muertos vivientes por la falta de comunicación verbal. Romeo se ha encontrado finalmente con Romero.
Tiene su gracia y mérito al trasladar el hiperrealismo de la cámara de vídeo y de la filmación casera, no solo al género del terror, sino también al relato de superhéroes.
Un lúdico ejercicio de hojeo de una revista de moda, en la que lo más enervante es el carrusel de tópicos que se monta Azuelos, francesa, para narrar el viaje de estudios de sus chicos estadounidenses a París
Infumable. Olvídense de cualquier sentido de la dramaturgia, de la calidad de los diálogos, del dibujo y del desarrollo de los personajes. Esto es bollería industrial de ínfima estofa.
Contiene la rabia de la desesperanza y la verdad que irradian secuencias como las reuniones de los educadores. Además, destaca la expresiva mirada de un descubrimiento excepcional: el niño magrebí Hamza el Hilali.
Posee una magia muy especial y una extraña poesía en la que se mezclan una moderna visualización y un texto entre lo profundo y lo candoroso. Una de las más originales propuestas del cine español de los últimos tiempos.
Con las ideas fijas en la alocada comedia juvenil de Hollywood, Fin de curso se las ingenia para darle un giro más (o dos) a la trama, resultando en una explosión de locura. Si lo más divertido que se les ocurre es recurrir a un duelo de vómitos, es evidente que hay una falta de creatividad.
Machismo peligroso. Una cosa es la incorrección política, que siempre es de agradecer, y otra es caminar por el alambre del peligro social. Sánchez Valdés afirma que "el comportamiento de esta pandilla no tiene nada de ejemplar, pero te ríes con ellos. Al fin y al cabo, la única enfermedad de estos tipos es la juventud, y eso se cura con la edad".
Una película austera y poco complaciente, presenta una narración desequilibrada con un estilo casi documental. La reiteración de los diálogos resulta enervante, ya que opta por la falta de explicaciones en lugar de buscar la verosimilitud.