Entretenida, con algunos simpáticos gags de humor recurrente y un ritmo excelente, Buffalo Kids es fina y detallista en el dibujo de los elementos físicos y los fondos.
Una película con un potente reparto y una temática intrigante, que pierde fuerza en su desenlace. Hughes alterna aciertos y errores, mostrando que no hay nada más peligroso que un director sin habilidad y una steadycam en sus manos.
Oppenheimer y su valentísimo compañero elaboran no solo un brutal examen de conciencias en directo, sino también una extraordinaria experiencia sensorial en torno a la desgracia que a veces supone formar parte de la raza humana.
Demasiado tediosa aunque con parte de lo mejor de la interpretación francesa actual al frente del reparto, la película se esfuerza por ser instructiva, pero nunca acaba de aglutinar la lección y la emoción.
Es un impresionante thriller social que destaca por su estilo único. Las escenas de persecución son magníficas y ofrece retratos de la marginalidad que son realmente innovadores.
Es una broma. Una bufonada con un par de momentos divertidos y otros cuantos, de sonrojo, que únicamente interesará a los admiradores del histrionismo interpretativo, vital y conceptual de Nic Cage. Si acaso.
Pese a su colorismo y a su estupenda producción, las viñetas de Javier Fesser, sobre todo la primera, discretísima, parecen descartes creativos de sus primeros tiempos en el corto.
La siempre complicada comedia física sale a flote gracias a la puesta en escena y el montaje de Sánchez. Sin embargo, ni las interpretaciones, que son todas exageradas, ni el mensaje social, que se pierde en el núcleo de la trama, terminan de convencer.
Guiñolesco divertimento con aires de comedia negra, al que le falta crueldad para ser verdaderamente oscura cuando no es más que gris clara, pero que va sobrado de efervescencia y de exquisita falta de pretensiones (...) desde su forzadísima premisa.
Ya no se encuentra la descacharrante extrañeza de la película original, pero sí hay una nueva celebración de colores e insultos, con benditas insustancialidades. La cinta no solo resulta divertida, sino que también presenta un estilo interesante en sus secuencias de acción.
El deseo y la fusión de épocas se entrelazan en esta película fascinante. Su complejidad atrae, pero, debido a su dificultad, podría considerarse más hermosa al ser apreciada en fragmentos que como un todo.
Hermana menor de 'Muertos de risa' (1999), esta obra se presenta como más astuta y traviesa. Es posible que, al igual que la realidad que refleja, sea más popular que subversiva, algo que no deja de ser una elección válida.
Una suerte de comedia negra, con pleno dominio de la sorna y el absurdo, que en algunos momentos no está demasiado lejos del humor de Luis G. Berlanga.
La excelente música de Clint Mansell y el ágil montaje otorgan brillantez a la forma de su filme. En cambio, el fondo, todas y cada una de las historias cruzadas, son tan nimias, con tan poca enjundia, que por mucha atracción que se ejerza nunca terminan de enganchar.