Interesante aunque complejísimo debut, la sensación final es de un desasosiego tan extremo que la respuesta de si ha merecido la pena el extenuante esfuerzo queda, durante días, en entredicho.
Entre las experiencias cinematográficas más memorables que he tenido se encuentra el documental 'A cielo abierto'. Es una obra impresionante, una maravilla que deja una profunda impresión.
La primera media hora de 'Elysium' es impactante. Sin embargo, el director Blomkamp no logra mantener ese nivel y la historia se vuelve mediocre. Con el tiempo, la alegoría pierde su fuerza poética y se convierte en un espectáculo vacío.
Un making of torturado, realizado con una cámara que, al igual que en 'Arrebato' de Iván Zulueta, acecha, conmueve y, al final, se traga a los espectadores.
Ensayo fílmico que muestra hermosas combinaciones de texto, imagen y silencio, entrelazando el pasado y el presente y reflexionando sobre el futuro del cine.
Entretenidísimo. Es esencial y crucial por una razón fundamental: las películas de Pedro Olea todavía son lamentablemente muy desconocidas entre los jóvenes amantes del cine.
El documental comienza con la música y explora dimensiones políticas, sociales y emocionales, convirtiéndose en un destacado ejemplo de periodismo. Es un documento esencial sobre una manera única de experimentar la música.
La cadencia del montaje y la pausa con la que se mueve la cámara alejan a la cinta de la espectacularidad de otras de su estilo, para adentrarse en cambio en el terreno de la melancolía y del sosiego.
Interesante, polémica y egocéntrica, la película es también la demostración palpable de una atroz realidad: que en este mundo nadie convence a nadie de nada.
El retrato de Grisham sobre el poder es impresionante y devastador, y los talentosos intérpretes de los personajes bien desarrollados son un verdadero lujo. Fleder, aunque contaba con un elenco excepcional, parecía centrarse más en su propio estilo que en aprovechar al máximo a sus actores.
Furman muestra habilidad, aunque le falta un estilo distintivo. A pesar de que el mensaje de la película no alcanza el impacto esperado, logra cumplir con sus objetivos de manera efectiva.
La película brilla en su impacto emocional. Frente a conflictos tan profundos, es difícil llegar a una conclusión clara. Esa ambigüedad es la esencia de una obra que, aunque no sea perfecta, siempre atrae con sus inquietantes misterios.
Canónica a lo largo del relato, Goliath está dirigida por dos personajes destacados. La película es enérgica y emocionante, aunque no propone nada realmente innovador.
Tango finlandés presenta un mundo único y callado, lleno de metáforas y personajes marginados. Aquellos que consigan empatizar con sus resilientes perdedores y sus rostros cansados encontrarán que valió la pena el esfuerzo.
Se percibe una falta de originalidad en su diseño, mostrando una estructura rígida y poco innovadora, claramente más enfocada en generar ingresos que en ofrecer una propuesta artística auténtica.