Pretende ser cine clásico, pero solo es académico. Y el material humano y el político, con unas cuantas frases hechas, no aguantan el envite. Tiene una reconstrucción muy digna que resuelve con planos sueltos de gran eficacia.
A Zwick se le notan las ganas de salirse de su habitual clasicismo y lo logra casi en todo momento. Aunque quizá la explicación al comportamiento de Fischer deja un regusto de excusa mal planteada.
Poderosas interpretaciones de Melissa McCarthy y de Richard E. Grant, es en la mirada perdida pero personal de estos dos seres extraviados donde reside la grandeza de esta pequeña película.
Asentada en la interpretación de tres magníficos actores, la película carece de atrevimiento formal en el montaje y la puesta en escena, lo que impide que el espectador se sienta plenamente involucrado en la difícil situación de sus protagonistas.
'The master' es pura trascendencia, pura complejidad, puro cine. ¿La película más complicada de desentrañar desde '2001, una odisea del espacio'? Quizá. Decían que Anderson, atención, de solo 42 años, era el nuevo Kubrick. Nada. Anderson es solo Anderson. El maestro.
Las aportaciones externas tienen una espectacularidad ejemplar. Sin embargo, algunas de las músicas de fondo no logran funcionar adecuadamente. A pesar de estos desajustes, cuando se trata de mantener la austeridad narrativa, Boyle lo logra.
La idea es de una sencillez tan aplastante que a nadie se le había ocurrido desarrollarla con tal grandeza. Excelente película, con la inestimable ayuda de Anthony Hopkins y su maestra interpretación.
Un trabajo sencillo, que no simple, pero que finalmente se muestra alicorto en casi todos sus aspectos artísticos. Con una excepción: el terreno interpretativo, donde Stanley Tucci y Colin Firth lucen como suelen, y la acaban elevando un tanto.
Película pequeña pero sólida, que evita las convenciones de los telefilmes a las que se acerca su eje dramático. Destaca por un trabajo excepcional en la banda sonora y un excelente desempeño de James Cromwell.
Violento y apasionante thriller de origen estadounidense. Es más que una simple intriga de entretenimiento. La gran fortaleza de Van Looy radica en que, además de entretener con un hábil juego de identidades, crea un audaz cine político y una efectiva crítica social. No obstante, la ejecución de Van Looy es un tanto cuestionable.
No resulta tan entretenida como podría esperarse. Las interpretaciones de Margaret Qualley y Beanie Feldstein son uno de sus aspectos más destacados, pero el guion habría necesitado una revisión para mejorar su calidad.
Sin elementos extraños de lenguaje cinematográfico ni artificios externos, Petzold logra desde el inicio que bajo el manto de tranquilidad de los lugares en los que se ambienta el relato algo perverso parezca cernirse sobre los personajes.
De principio a fin, la comedia es el eje central. Agradable en general, aunque en ocasiones la extravagancia se siente un tanto forzada. Siempre resulta entretenida, aunque no logra profundizar realmente. De hecho, da la impresión de ser una película de hace 25 años.
Una estimable película de vocación modesta que se ve con una media sonrisa acaba logrando lo que pretende. No busca más que lo que hay, pero lo encuentra.
Película que destaca por su falta de ambición, donde se recurre a una antigua estrella como Jim Carrey. Presenta situaciones melosas que agradarán a padres que no son sensibles a la exageración, además de risas fáciles para niños menores de diez años.