Relato, que a pesar de que por momentos pareciera excesivamente taciturno, alejándose un tanto del espectador, nunca pierde el foco del tema, ni el empuje del infranqueable testimonio.
Una pieza fílmica poseedora de una gran honestidad y belleza que, a pesar de la ternura de su propuesta visual y la simpleza de los toques de humor incluidos, no deja de ser contundente en su trasfondo crítico y logra conectar con todo tipo de público.
No niega su afán de alcanzar al gran público priorizando el entretenimiento, aprovechando sin tapujos los escenarios africanos y haciendo de las diferencias del lenguaje un valor agregado.
La historia presenta escasas sorpresas y, como se mencionó, su narración no trasciende la fórmula habitual de este tipo de producciones. Es un episodio conmovedor y lleno de humanidad, pero genera la impresión de ser excesivamente familiar.
La meticulosa sobriedad en la interpretación de Colin Farrel y Brendan Gleeson es excelente materia prima para una cámara que se viste de reflexión en las tomas abiertas, donde los fríos parajes permiten que el folclor se mezcle con el rezago.
Una muestra de las deslumbrantes posibilidades que ofrece la animación tradicional, alcanzando el nivel de cualquier producción en CGI. Esta obra se adentra en el terreno de lo conceptual, desbordando imaginación e ingenio.
Una encantadora vuelta a la fórmula de la comedia romántica, que sorprende con el acabado visual y la forma en que aprovechan la constante presencia del agua, sin que esto debilite la reflexión que le sustenta.
Se trata de un producto digerible y sostenido sobre un discurso honesto, profundo y muy emotivo, que explora los matices y las implicaciones por encima de algo más difícil que la tolerancia, que es el entendimiento.
Película que aunque no responde del todo a las expectativas y seguramente dejará insatisfechos a los fans, funcionará para el público que solo busca algo para pasar el rato.
Una película llena de candidez y frescura que, al igual que la obra original, supera el obstáculo generacional y está pensada para público de todas las edades.
No hay más razones para la existencia de esta especie de dejavú fílmico, que la fascinación que la actriz y el propio director chileno tienen por la película original, pero eso es precisamente lo que les válida y les ayuda a evitar caer en los regodeos e innecesarias pretensiones.
El director Andrés Muschietti presenta una propuesta meticulosamente elaborada que no solo satisfará a los fanáticos de la obra original, sino que también sorprenderá a las nuevas generaciones.
Es una pieza de fantasía consistente, que sin dejar de ser al mismo tiempo una poco arriesgada, pero efectiva ilustración que apuesta por la tecnología como principal atractivo, resulta un vehículo de entretenimiento con alma.
Discreta pero efectiva. Equilibra sin problemas la nueva línea argumental, con distintos guiños a los fans. El concepto ya está gastado, y si en esta ocasión se sostiene, es gracias a la nostalgia que aporta la sola presencia del veteranoactor [Stallone].