Se apoya en su innegable calidez, en la sólida interpretación central de Ward y en el puñado de detalles de la historia que evitan que se convierta en una película de manual.
Es una buena producción cinematográfica y hay mucho material para reflexionar. Vale la pena verla y cuestionarnos dónde convergen y divergen la política y el alma humana.
La tendencia de David M. Rosenthal a la dramática fotografía submarina y a las escenas de sexo medio tórridas no compensan su ritmo lánguido y su impotencia dramática.
No es reveladora y básicamente nos cuenta todo lo que ya sabemos. Cuando entretiene, parece un accidente. pero en última instancia es una curiosidad entretenida de ver de principio a fin.
Da justo en el blanco que existe entre el realismo y el drama elevado, situándola varios escalones por encima de la media de las películas basadas en hechos reales.