No se puede negar la ambición o el arte de esta película visualmente talentosa. Sin embargo, adolece de exageración, tanto en su narrativa grandilocuente como en una banda sonora que tiende a lo excesivamente retórico.
Parece improbable que imparta su bendición más allá de Italia, aunque ciertamente tiene algo de potencial allá donde encuentre un sólido público católico.
Las secuencias de baile y los sketches aportan un toque amateur a lo que, en esencia, es una producción convincente y sumamente entretenida. Se pueden encontrar numerosas cosas para disfrutar en este vibrante collage.
Un caos alegremente estridente que pierde el rumbo después de un desarrollo lento y que ofrecerá pocas sorpresas tanto para los adeptos de Lovecraft como para los fans del cine cutre.
Aunque a veces está peligrosamente cerca de autosabotearse, esta cuerda floja de géneros es una obra ferozmente individual, extremadamente inteligente.
Una historia de amor de ciencia ficción ambientada en un mundo que brilla visualmente hasta una perfección evocadora, pero en el que la premisa central suena repetitiva y falta de originalidad.
Dura tres horas y media, pero no hay un sólo momento desperdiciado. Cualquiera que enseñe, o haya enseñado alguna vez, encontrará algo con lo que deleitarse en esta historia seria, pero discretamente festiva.
Mark Rylance brilla en esta pesada adaptación. Sin embargo, le falta la resonancia metafórica, la poesía de momentos selectos y la profundidad política que caracteriza a la obra de Coetzee.
Una comedia doméstica –en realidad, anti-comedia romántica– con interpretaciones animadas y un mensaje feminista claro. Agradará a la gente de mediana edad.