El director rinde homenaje a la fértil imaginación de Lem con un despliegue de ideas visuales muy acertadas, convirtiendo el agudo tono cómico del original en un poema onírico impregnado de melancolía.
Dibujos desanimados. Quizás sea una metáfora política áspera buscando su significado, pero ni su escaso sentido del humor ni su propuesta estética invitan realmente a leer entre líneas.
Es una delicia de principio a fin, un trabajo en el que el dinamismo del trazo y los hermosos fondos de acuarela generan la fascinante ilusión de presenciar un espectáculo de magia artesanal.
Olivares ha logrado mimetizar de manera convincente la mirada del documentalista, aunque se aprecian algunas debilidades. A pesar de esto, la obra cuenta con un desenlace muy bien orquestado y revelador.
La película brilla en el barroco detallismo de sus fondos, la riqueza de sus texturas y la estilización tendente al trazo realista de sus personajes humanos.
Zeleke presenta su obra con una notable profesionalidad, pero en su esencia muestra más competencia técnica que verdadera vitalidad. Efraín se siente como una simple postal.
Cuesta recordar un arranque más desalentador en el subgénero de las odiseas de supervivencia, pero sería injusto no reconocer su función narrativa. No es una película rutinaria, ya que logra definir a sus personajes sin recurrir a arquetipos.
McLean no se anda por las ramas, no dilata innecesariamente su relato, pero explora todas las posibilidades de esa situación única mediante un virtuoso manejo de las viejas mecánicas del cine de aventuras.
La labor parece mecánica y sin carisma, denotando un cineasta que se limita a cumplir con un encargo sin involucrarse realmente. Lo que antes brillaba como una creación animada se ha transformado en un apresurado efecto especial.
Snyder ha sido fiel al fondo de 300, pero ha inyectado tantos anabolizantes en la forma que ha condenado el conjunto a la parálisis de una hiperrealista (y algo ridícula) figura de cera.
Dieter Berner adopta un estilo grandilocuente para narrar una historia que apenas roza lo conflictivo, como la pederastia, y elude profundizar en el arte.
Cronenberg logra sobrecargar la pantalla de energía con los recursos más austeros. Es una película civilizada y didáctica, pero al mismo tiempo, está impregnada de misterio. En un mundo ideal, sería de visión obligada en las escuelas.
Dupontel no tarda en mostrar que, más allá de las complejidades formales, hay un sustancial contenido: no solo una clara intención estilística, sino, especialmente, la habilidad de presentar con fuerza y firmeza una narrativa de gran calidad.
Ni la misma sensibilidad, ni la misma inteligencia creativa de sus documentales se manifiesta en este melodrama histórico. Es un caso extraño de estudio: el cineasta que parece haber envejecido cincuenta años de una película a la siguiente.