Aporta un inesperado toque de distinción. Sin embargo, es una de esas películas que se esfuerzan en predicar al ya convencido, en agradar a un público que ya ha sido captado, sin presentar ningún conflicto ni una idea controvertida.
La película presenta en ocasiones situaciones típicas de la comedia de adultos mayores, sin embargo, logra un equilibrio aceptable entre el uso del humor negro y las dinámicas propias de un grupo de amigos de la tercera edad que se reúnen.
Habrá quien acuse de tremendismo a Considine y es cierto que 'Redención' no es la película más agradable de ver un sábado por la tarde, pero su propuesta formula un nuevo humanismo en las aparentes cloacas de lo cotidiano.
Sorprendente, madurísima. Hathaway y Sturgess hacen que la película resplandezca, pero son Nicholls y Scherfig quienes ofrecen una lección magistral en la concreción narrativa y en el entendimiento de las fragilidades humanas.
Proporciona una generosa ración de humor pop algo malintencionado, lanza cargas de profundidad a la América de fe creacionista y satiriza, quizá con demasiado afecto, el universo del inmaduro Comic-Con freak.
La película tiene una duración tan extensa como otros trabajos de Apatow; sin embargo, debo admitir que habría podido disfrutar otras dos horas más contemplando la impresionante capacidad cómica de Wiig.
Con espíritu de proyecto rodado entre amigos, la película no se libra de las servidumbres de su género —en el fondo, la comedia romántica— pero contiene verdad y cierra arriesgando.
Película superior a la media del género aunque al guion se le transparentan tanto los puntos de giro que el espectador podría calcular, sin demasiado riesgo a equivocarse, cuáles son los mejores tramos para echar una cabezada.
Una película sorprendente, capaz de desarticular toda idea recibida sobre un género —la comedia universitaria— y un cineasta que aquí parece liberarse incluso de sí mismo.
[Elliott] muestra más profesionalismo que compromiso, emplea unas cortinillas de transición poco efectivas y consigue algo similar a la película ideal: ligera, autocombustible y fácil de olvidar, perfecta para disfrutar en un autobús.
Es de esas películas en las que cuesta decidir qué elemento conquista el top de la repelencia: si el ceño fruncido de una Marion Cotillard forzando su registro de intensa o la fatal, inevitable, canción de Antony and the Johnsons.
Lo más manso y previsible que ha dado la carrera de Phillips. Con eficacia cómica, eso sí, y algunas paradas inolvidables. Phillips ha hecho una buena película... rutinaria.
Es, por más de un motivo, una anomalía digna de estudio. No es, pues, ningún ejemplo paradigmático de arte disidente, pero sí un trabajo capaz de manejar con habilidad inesperados recursos de género.