La directora presenta un enfoque empático que refleja su visión del cine como un medio para entender al otro. La esencia de este recorrido selectivo reside en la profundidad de su contenido, sin que le falte ni le sobre nada.
Cohen y West no se han esforzado demasiado en desarrollar un lenguaje documental que explore de manera creativa la distancia entre la figura pública discreta y la exagerada espectacularidad del ícono pop.
Cousins propone una nueva vía de entrada y logra que la revisitación de un clásico no suene a redundancia, sino a descubrimiento. es un trabajo de amor.
No puede liberarse de ese determinista patrón narrativo que caracteriza muchos biopics musicales con final trágico. Sin embargo, a Macdonald parece impulsarle un anhelo de justicia y la intención de reconstruir una identidad en su complejidad, más allá del sensacionalismo mediático.
La meticulosa construcción de todo un universo a través de la cita pictórica y la lucidez a la hora de interpretar la potencialidad de movimiento se convierten en las mayores fortalezas de un trabajo titánico.
Deluc opta por enfocarse en lo sensorial, explorando el contraste entre los estímulos que experimenta el forastero en un entorno desconocido y la paleta cromática deteriorada, que busca desvelar el claroscuro que se oculta bajo la fachada del paraíso.
Para interesados en la historia afectiva del rock. Las cartas que Janis Joplin escribió a su familia articulan este relato sobre un meteoro de genio y energía incendiada que nunca dejó de ser esa niña rara, excluida y marginalizada.
En 'Malpartida Fluxus Village', lo que podría haber sido un estimulante documental antropológico se transforma en un testimonio del subterráneo, aparentemente invisible, pero palpable triunfo de un proyecto utópico.
Ponsoldt utiliza el libro de David Lipsky para proponer un acercamiento a la intimidad de un monstruo, una excepción que puede parecer demasiado normal. Jason Segel y Jesse Eisenberg aportan una autenticidad notable a sus personajes.
El relato es apasionante y los directores saben dosificar justas dosis de cotilleo entre las fisuras de esta pasión trágica que cristalizó en película incomprendida.
Aunque en ocasiones [Scola] no puede evitar caer en el pastiche felliniano, lo que prevalece es la fuerza del afecto, así como la generosidad a la hora de aportar detalles reveladores y alumbrar ángulos poco conocidos del maestro.
Es, al mismo tiempo, western y road movie, documento y simulacro: una ópera prima libre y ajena a todo exhibicionismo, que convoca una firme ilusión de verdad a través de la impureza y el cruce entre lo vivido y lo representado.
El recital interpretativo de Cumberbatch, a un paso de la sobreactuación, es la mayor fuente de espectáculo en esta película que reduce un complejo cambio de paradigma a un digest con el brutal esquematismo de un viejo telefilme.
Su propósito de partida parece ser la auto-ficción, pero el elemento que condiciona -para mal- la fortuna de la propuesta es la decisión de haber buscado a una actriz profesional.