Está bien armada para enervar a quien vaya al cine buscando evasión y relato y para desconcertar -y, probablemente, irritar- a quien sienta un firme compromiso por ciertas poéticas ensimismadas y contemplativas del medio.
Adopta la apariencia de una recreación, entre lo ritual y lo descreído, del mito fundacional de la Epifanía, en clave estética pasoliniana: sin embargo, no tarda en aflorar la sospecha de la impostura, del elaborado chiste cultural cuyo gag climático es, precisamente, su exégesis crítica.
Un extraño artefacto que parece diseñado por el propio Ned Flanders después de la Misa del Gallo. El director, sin embargo, aborda su misión con una notable profesionalidad.
Esta Cenicienta se erige como un monumento al buen y mal gusto, con un enfoque desmedido en sus lujosos cortinajes y el resplandor de los cristales de Svárovský, dejando de lado la esencia de la historia que quiere contar y la profundidad de sus personajes.
King ha abordado el proyecto con el mimo del lector que considera los libros de Bond como parte esencial de una educación sentimental a la que había que rendir justicia. King forja una realidad orgánica, un libro infantil en movimiento.
Una comedia familiar disneyniana cuyo sentido del humor logra funcionar adecuadamente. Su discurso, aunque no radical, logra identificar la fragilidad del pensamiento positivo habitual en el universo Disney.
El resultado se ve afectado significativamente por unos efectos digitales inadecuados y, sobre todo, por una clara incapacidad para llevar los acertados gags visuales de la viñeta a la pantalla. Es una oportunidad perdida.
No delata ninguna intención de fidelidad a las fuentes. Su principal problema es haber despojado a los personajes y al universo de Escobar de toda identidad.
No alcanza la excelencia de los maestros Miyazaki y Takahata, pero recoge ecos de algunos de los títulos mayores del estudio, como 'Mi vecino Totoro' y 'Ponyo en el acantilado'. Lo mejor está en los detalles.
El principal problema de esta historia es que se siente como si la narrara un funcionario de la ficción, que tiene más habilidad para manejar la prosa y la técnica, en lugar de transmitir la poesía de la maravilla.
El secreto de su genio podría emparentarse con el de la mejor cocina de vanguardia: el arte de conciliar la novedad con la tradición. Apoteósico climax final.
El director parece haber ignorado la evidente mirada clasista que se filtra a través de las fisuras de su relato. Aunque presenta un trabajo poco convencional y con cierta complejidad, también peca de una afectación indie que resulta inconsistente.
La película corre el riesgo de depender demasiado de una única idea, que aunque brillante, lleva a un resultado final que se asemeja más a un golpe de ingenio afortunado que a una afirmación definitiva del genio.
Desborda energía, maestría cómica, estilo y mal café ideológico. (...) los diálogos que mantiene el personaje de Pitt con Jenkins y Gandolfini tocan el Cielo. Quizá la película no sea nuevo cine negro, sino la comedia más sofisticada de la temporada.
Take Shelter es una obra singular, un enigmático islote lleno de significados que espera ser descifrado a través de sus variadas y desafiantes interpretaciones. La actuación de Shannon es matizada y sutil.