La película juega imaginativamente con la pantalla partida y culmina en puro arrebato fantástico. 'El callejón' es una reivindicación de las esencias: un ejercicio de libertad.
El director enriquece el conjunto enrareciendo atmósferas, capturando con entregada precisión ambientes y tipos. No es el mejor Tavernier, pero, por lo menos, su viaje no ha sido en balde.
Tan concisa como estimulante, esta ópera prima logra captar la atención. Bertino maneja los elementos de la trama con transparencia, presentando un escalofriante discurso sobre el mal como una inercia.
El camino hacia la esencia del placer Z se ritualiza a través de una digresión que, aunque parece vacía, resulta siempre relevante. 'Death Proof' tiene más de lo que aparenta. Tarantino, en esta ocasión, se muestra más vulnerable que nunca.
Exasperada excentricidad. Para enmascarar que su película es más convencional de lo que parece, Taylor añade una trama policial que tiene su clave en autores de la generación beat.
Aspera y directa representación de la violencia: lo cierto es que no hay nada que el aficionado con memoria no haya visto antes (y probablemente mejor), lo que no quita que en McLean se apunte un marcado talento por el encuadre inquietante y el control de la atmósfera.
Revela oficio y logra plasmar, en sus primeros minutos, un verosímil estallido de violencia colectiva y visceral, pero peca de ingenuidad y recurre a la insistencia a la hora de formular su mensaje.
Road movie que, desafortunadamente, acaba tomando los atajos de la ficción balsámica de corte inspiracional. La película se ve afectada por una cierta cursilería indie.
Nada se aparta de las convenciones de un episodio promedio de la primera serie de televisión. 'Star Trek: Más allá' es correcto, pero carece de carisma.
Si el primer Scott evocaba a Kubrick, esta película, con su gélida ortografía y composiciones dignas de un obsesivo miniaturista, parece estar dirigida por Hal 9000. Es una obra neuróticamente empeñada en mostrar más de lo que realmente es.
Wall·E es una obra maestra, un asombroso equilibrio donde se fusionan la perfección técnica, una poesía auténtica y una gran dosis de audacia. Es una película que se establece como perdurable, perfecta y universal.
Es a la vez relato de origen, lucha dinástica e inmersión en aguas artúricas, pero no logra desembarazarse de un claro sobrepeso kitsch característicamente DC.
Si, en el conjunto, hubiese habido un equilibrio similar entre el sentido de la aventura y las nuevas formas del blockbuster, aquí habría una película menos agotadora, menos dada a sabotearse a sí misma.
Lester no logra elevar el material más allá de lo que se esperaría de un drama televisivo convencional. Al espectador solo le queda el tedioso ejercicio de anticipar la predecible trama y cada uno de sus movimientos.
Apuesta por una narrativa fragmentaria que quizás tenga su punto débil en las escenas, un tanto relamidas, que recrean la infancia de Piñeyro. Desgrana sus argumentos con fatalista frialdad y se revela estremecedora.
El verdadero punto fuerte de esta obra radica en la poderosa voz de esa tanguera y en el excepcional material de archivo. Sin embargo, las reconstrucciones danzadas de la vida de los amantes caen en un tono cursi, reminiscentes de un anuncio, y no logran hacer honor a la labor de los bailarines en su representación.