Una de las comedias más divertidas, impredecibles y con un toque único de los últimos años, que reúne a un elenco tan arriesgado como talentoso. Es una obra imprescindible.
No es una película desdeñable, pero, a los pocos minutos, el espectador ya tiene la firme convicción de que este entretenido producto no va a sufrir la transformación licantrópica que lo convierta en un trabajo inolvidable.
Esta adaptación respeta el espíritu del tebeo al incorporar referencias sin miedo, desde 'True Blood' hasta 'Underworld' y 'Crepúsculo'. Sin embargo, reduce el valor del material al presentarlo como un producto que, en épocas anteriores, habría sido destinado directamente al mercado de vídeo.
Acaba desaprovechando las posibilidades de su planteamiento para el humor políticamente incorrecto. Es más que probable, no obstante, que buena parte de su público objetivo se sienta más que satisfecha con la parquedad de la ración.
Una celebración febril, lunática y optimista del acto de hacer cine. Lo mejor: su constante capacidad de sorprender. Lo peor: sus recurrentes desviaciones hacia el feísmo.
Estupenda opera prima de Sara Gutiérrez. Lo que desvela la película es una ciudad no vista, pero tremendamente verosímil, dibujando un mapa de encuentros azarosos y soledades comunicantes.
Asume el aspecto de una comedia ligera de infidelidades, género que propicia un ingenioso juego de desdoblamientos. Una comedia civilizada, transparente y tan empapada de cultura como alérgica a la pedantería.
Con su desbordante energía y avasallante deseo de jugar, Dragon Khan se presenta como una propuesta irresistible. Es una lección magistral de control y creatividad, una película que destaca por su libertad y cultivo.
El director ha mostrado claramente cómo ciertos registros cómicos pueden acercarse a una normalización imprudente de los lenguajes ofensivos. Las señales de advertencia se activan nuevamente.
A la película se le puede reprochar cierta prudencia, sin embargo, su rigor cuestionador y su reparto equilibran las debilidades de un trabajo muy comunicativo y que resulta amablemente incómodo.
La directora ha construido un entorno perfecto que permite a su elenco brillar, especialmente a Carmen Machi, quien desarrolla su personaje con sutileza. Su actuación revela una profunda conexión con la tristeza.
Bhutiani cuenta su historia con delicadeza, sin vender folklore. El modo en que la fe y el ritual se intersectan con lo cotidiano inspira algunos de los momentos más brillantes de este certero debut.
No es sólo una adaptación honesta: también es una película enérgica, inteligente y anómala con un actor generoso que se agarra a su personaje como si fuera el último tren de su vida.
Hay mucho del mejor Barroso en esta pequeña joya. Eduard Fernández está soberbio, pero su fulgor no eclipsa a nadie, ya que el elenco femenino se lo pone tremendamente difícil en cada tenso duelo verbal.