Por su juego con el tiempo y la erosión del sentimiento, 'Blue Valentine', con un Gosling y una Michelle Williams portentosos, podría ser pariente de 'Dos en la carretera' (1967), de Stanley Donen, y de '5 x 2' (2004), de François Ozon.
Los Duplass utilizan su sofisticado estilo de silencios, desenfoques y gestos espontáneos para crear una comedia a la vez amarga y devastadora, que aborda los déficits del afecto.
Fragmentos para una cronología del desamor. (...) una comedia romántica que habla tanto al corazón como al cerebro y que marca un memorable hito en la historia del género.
Algunas de las ideas del guión rozan la cursilería más irritante. La representación de la familia no escatima en los tópicos del melodrama convencional. Sin embargo, Amy Adams logra demostrar, nuevamente, que detrás de su apariencia idealizada hay una actriz increíblemente talentosa.
Una gratificante atracción de feria que te vapulea antes de dejarte, de manera harto conservadora, en la tierra firme de un sentimentalismo enmascarado.
Un trabajo con una rigurosa e inusual apuesta de estilo -oscura, irrespirable- y con una considerable habilidad para romper las expectativas del espectador.
Sabe mostrar sexo explícito sin agredir al público poco curtido en el cine X. Resuelve su juego con una lógica más musical que narrativa. Cameron Mitchell ha creado nuevamente una obra singular y necesaria.
Es, por un lado, la comedia romántica con el punto de partida más estomagante y agresivo que un espectador medio pueda concebir. Y, por otro, un glorioso artefacto de ingeniería sutil.
La dimensión elegiaca de 'El imaginario...' va más allá de la figura de Ledger. Este oscuro relato funciona como una suma gilliamesca, mientras que también resalta su naturaleza caótica, irregular, fascinante y ligeramente airada, convirtiéndolo en un anacronismo.
Una oración y una carrera se funden en un prólogo que parece anunciar una película más enfática y permeable a las intoxicaciones de un cierto efectismo televisivo. Desconfía astutamente de las fórmulas.
Es una auténtica rareza, bajo cuyas imágenes luminosas acaba emergiendo algo inesperado, que el cineasta maneja como si aún siguiese vigente ese sueño utópico de un nuevo Hollywood capaz de no subestimar al espectador adulto.
Se inscribe dentro de la fastidiosa moda que juega al maridaje de gastronomía y romance para servir en la platea insistentes menús de sentimentalismo banal y lugares comunes.
Hay por lo menos tres cosas que salvan a la película de la rutina: son, esencialmente, una historia, un personaje y una actriz la soberbia Sara de Roo, en la piel de Pascaline.
Comedia culinaria que evoca la idea platónica de un ménage à trois, similar a "Jules et Jim", pero que termina convergiendo en una cocina de menú a través del humor costumbrista español, influenciado por la televisión.
No es la típica comedia francesa. Sin embargo, hay algo que traiciona la ambición de sus intenciones. Es una película que, a pesar de pretender ser una celebración de la alta cultura, termina cayendo en las fórmulas comerciales del cine de multisalas y también en el chovinismo.