En el conjunto conviven piezas capaces de convocar una inabarcable inquietud mediante elementos mínimos con desenlaces un tanto perezosos pero el reparto siempre acude al rescate de cada desliz conceptual.
Szumowska continúa refinando su mirada crítica a través de soluciones estilísticas efectivas. La manera en que los contraplanos postergados aportan nuevos y sorprendentes significados a los planos que los anteceden electrifica la pantalla en momentos claves.
Un prólogo brillante tanto en forma como en contenido da lugar a una sátira oscura que no duda en intensificarse hacia impactantes giros propios del género pulp.
Casas y Pintó poseen un gran talento, pero lo que realmente resalta en su trabajo es su habilidad para desarrollar personajes. Además, muestran una notable generosidad al confiar sus roles a un elenco que defiende sus interpretaciones con la intensidad de que pudiera ser su última actuación.
El afortunado sentido de la comicidad de esta película inclasificable domina el conjunto con una curiosísima mezcla de humor negro, humanismo, imaginería de filiación surrealista e inteligencia enloquecida.
Baird no ha tenido más opción que traicionar sus fuentes y nadar entre imágenes caóticas. Sin embargo, su estrategia sorprendentemente no fracasa y presenta sorpresas tan agradables como el personaje secundario interpretado por el notable Eddie Marsan.
Funciona como ilustración, en clave de espectáculo para multisalas una comedia negra que se queda varios palmos por debajo de los modelos de Tarantino y Martin McDonagh.
Una trama que Amodeo dispersa con asombroso control de tiempos y tonos. (...) un conjunto al que solo se le puede reprochar la fragilidad que sostiene alguno de sus equívocos. (...) una comedia enérgica y carismática.
Un thriller postarantiniano que cuenta con las actuaciones memorables de Christopher Walken, Tom Waits y Harry Dean Stanton. La película inmortaliza momentos en un entorno inusual, donde el humor negro, el dolor existencial, la melancolía y la fusión de géneros se combinan de manera efectiva.
Un cine de multisalas con personalidad y cierta impronta autoral, aunque sea a partir de referentes de segunda o tercera mano, logra algo importante: cumplir, dar (por lo menos) lo que promete.
La película de Vaughn se queda más cerca del ingenio que del genio, aunque, eso sí, sorprenderá a quien no se haya leído la superior, brutal historieta en la que se basa.
Para amantes de la comedia refinadamente kamikaze, esta obra logra su mayor éxito al equilibrar el sentido trágico de las peripecias de sus protagonistas yihadistas.
Dosifica sus golpes de efecto con la calculada precisión de un buen director de serie B, pero su escritura opta por una espectacularidad pos-Amblin, atravesada por una locura saludable que se encuentra varios grados bajo cero.
En el conciso metraje hay oro cómico de muchos kilates, sin embargo, en conjunto, la propuesta se presenta como carente de mordiente y demasiado propensa a elegir objetivos fáciles.