Whedon ha creado el cómic de Marvel definitivo para salas de cine. Aquellos que temían la comercialización de la franquicia pueden estar tranquilos: esto representa la esencia de Marvel. Lo mismo de siempre, pero en su mejor versión.
Un pirotécnico recital de hallazgos expresivos, en perfecto diálogo con su trama y su afortunada caracterización de personajes. (...) es una enérgica y divertidísima celebración de la continuidad entre lo viejo y lo nuevo.
Es una obra excepcional: no sólo la mejor película animada de este verano, sino un interesante juego de reajuste del clásico cuento con princesa, sublimado por su virtuoso manejo del lenguaje animado.
Una película animada que brilla con luz propia por sus ideas de animación pura, por su capacidad para distanciarse de la dominante estética Pixar y por detalles tan valiosos como la decoración art déco del refugio de Santa Claus.
El perfecto síntoma de la neurosis de un Hollywood empeñado en refundar franquicias. No es una mala película: es una correcta revisión del mito que se antoja innecesaria.
Ofrece más de lo mismo, pero cuenta con un repertorio de variables que hacen que el reencuentro valga la pena. En el desenlace, hay una sorpresa que enriquece todo el conjunto.
La película encarna un modelo de cine infantil tan raro, profundo y virtuoso que el mayor enigma para este crítico es la aparente incapacidad del conjunto para hacer vibrar las almas.
No es necesariamente inferior a las entregas anteriores, pero su enfoque en el exceso concluye un ciclo y logra anestesiar la capacidad de asombro del espectador. Aun así, se conserva un amplio repertorio de imágenes de un detallismo enfermizo.
Película excepcional, los nuevos personajes no solo aportan caracterizaciones profundas, sino también complejidad y fracturas emocionales. Además, imparte valiosas lecciones de elocuencia animada.
Werner Herzog logra destilar la fuerza y el sentido de esa escena en un ambicioso trabajo documental que transmite al espectador el vértigo del tiempo.
Hay caracterizaciones de gran eficacia cómica, espectacularidad y encanto libre de cursilería, pero, sin duda, el gran logro es su capacidad para convocar, de nuevo, la esquiva alquimia de aquello que Disney llamó su 'Mágico mundo de colores'.
El resultado es técnicamente virtuoso, aunque el hiperrealismo se revele más inquietante que hipnótico, y Snyder aproveche la ocasión para dar rienda suelta a la épica de bisutería de su insistente retórica visual.
El film refleja el agotamiento existencial de su (anti)héroe. Las apariciones del gato son lo más destacable de un conjunto que parece más concebido en una oficina de ejecutivos que en la mente del director.
El III Reich contado a los niños. Lo más interesante es que, por debajo de su aparatosidad kitsch y de su mal gusto, el 'Cascanueces 3D' alimenta la nostalgia por un cine infantil liberado de la presión por el merchandising.
No es sólo técnica portentosa e imaginación plástica en constante tensión: es, ante todo, un gran ejemplo de cine humanista en clave poética, una obra universal y perdurable.
El talento creativo del cineasta se despliega con libertad, ofreciendo una interpretación única de la obra de Gaiman. Coraline ha pasado de ser una novela excepcional a convertirse en un filme impecable.
Para quien eche de menos a la ardilla Scrat, esta entrega ofrece una experiencia interesante. La mayor sorpresa y gratificación proviene de un nuevo personaje: la comadreja de acción Buck, quien aporta frescura y dinamismo a la historia.
El clásico de Dickens se transmuta en algo sumamente extraño, una montaña rusa de golpes de efecto que permite al cineasta ejercitar su caligrafía hecha de hipérboles sin límites.