El filme tiene el potencial de atraer a los niños, quienes disfrutarán de su animación sin cuestionar la falta de fluidez en el lenguaje. Sin embargo, puede resultar frustrante para los adultos debido a los diálogos pesados que intentan enseñar una lección moral.
La película distribuye su crítica de manera equitativa entre diversos estratos sociales, presentando un retrato colectivo implacable que refleja la cruel introspección de la época.
La poderosa esencia del melodrama revitaliza y eleva esta historia que, a primera vista, parece simple, llevándola a un nivel de profundo impacto emocional.
Película incómoda y fascinante; el director consigue un resultado impactante que perdura en la memoria. Ofrece una lección sobre la importancia de desafiar normas para descubrir verdades.
El filme presenta una limitación en su capacidad expresiva que predomina durante gran parte de la historia. Sin embargo, el desenlace es brillante y sutil, complicando lo que parece simple y elevando la narración.
Para aquellos que disfrutan del romance con un toque nostálgico. La actuación de Lane brilla con una madurez impresionante. Sin embargo, la trama es bastante predecible y carece de sorpresas.
A lo largo del metraje, las filtraciones tóxicas, tanto literales como metafóricas, reflejan la caída de esta impresionante película. Está destinada a ser ignorada en un presente cínico, pero será reconocida en un futuro abierto al diálogo.
Émilie Dequenne brilla en su actuación, y Lafosse logra un desenlace memorable que impactará a todos los que la vean. Una película provocadora que trata un tema delicado con gran maestría.
La voz de las piedras ofrece una profunda reflexión sobre el arte del documental. Sin embargo, a veces se tropieza con los riesgos de una estética que refleja el desamparo, similar a los trabajos de Aranoa y Wenders, y presenta tensiones con los elementos de ficción, como el melodrama de Coixet y el maniqueísmo de Barroso.
Cúmulo de pasos en falso, pero la pirueta no logra rescatar lo que, en lugar de una estructura narrativa bien planificada, se parece a una película que reevalúa su dirección cada pocos minutos.
Ninguna concesión a la sensiblería, pero tampoco al morbo. Gertrúdix está soberbio, pero la película se sostiene sobre la gigantesca actuación de Marian Álvarez.
La trama presenta un amor apasionado que desafía las normas del tiempo y el espacio a través de un montaje fluido. Inicialmente, esto genera desconcierto y un toque de afectación, pero finalmente logra un cierre muy efectivo.
El mensaje acerca de la relevancia de la educación es impecable; sin embargo, la manera en que se presenta la narrativa y la técnica utilizada desvirtúan su impacto.
Este documental proporciona una visión profunda del sistema educativo en Francia, presentando los hechos sin recurrir a artificios narrativos, ya que el propio contenido presenta los estímulos necesarios. Es una obra ejemplar.
Una de las películas españolas más ambiciosas del año, y a la vez, una de las que menos reconoce sus logros. Respeta el enigma de su protagonista, lo que eleva la calidad del filme.
El cineasta busca hacernos reír después de generar tensión, o al revés, pero parece seguir más las fórmulas de un manual de guion que un verdadero entendimiento de la rica complejidad emocional de la vida.
Aquí no hay tanto unos creadores remezclando postmodernidad para toda la familia, sino una desalentadora mesa de ejecutivos gestionando licencias. Sí, la forma es virtuosa y el ingenio sigue ahí. También la astucia para dar gato por liebre.
Una película autoconsciente de su intrascendencia, pero constantemente llamativa en sus movimientos, texturas y diseños de personajes sabe muy bien cómo hacerse disculpar sus puntuales debilidades.