Una de las comedias más divertidas, impredecibles y con un toque único de los últimos años, que reúne a un elenco tan arriesgado como talentoso. Es una obra imprescindible.
Es una película estimable. El encadenado de golpes de efecto es notable, aunque Raimi equilibra la efusión arrebatada con sus responsabilidades actuales en la industria, manteniendo el lado salvaje bajo control.
Acaba desaprovechando las posibilidades de su planteamiento para el humor políticamente incorrecto. Es más que probable, no obstante, que buena parte de su público objetivo se sienta más que satisfecha con la parquedad de la ración.
Una celebración febril, lunática y optimista del acto de hacer cine. Lo mejor: su constante capacidad de sorprender. Lo peor: sus recurrentes desviaciones hacia el feísmo.
Estupenda opera prima de Sara Gutiérrez. Lo que desvela la película es una ciudad no vista, pero tremendamente verosímil, dibujando un mapa de encuentros azarosos y soledades comunicantes.
Asume el aspecto de una comedia ligera de infidelidades, género que propicia un ingenioso juego de desdoblamientos. Una comedia civilizada, transparente y tan empapada de cultura como alérgica a la pedantería.
Perversa forma de cine de propaganda para unos tiempos demasiado afines a la pornografía sentimental. Cusack agota el repertorio expresivo de la cara de bacalao.
Hay por lo menos tres cosas que salvan a la película de la rutina: son, esencialmente, una historia, un personaje y una actriz la soberbia Sara de Roo, en la piel de Pascaline.
Comedia negra de premisa extrema que filma sus primeras secuencias domésticas con un eficaz sentido de la perturbación. El estilo visual se torna abrupto y pierde algo de atractivo en las secuencias de acción.
No es una película desdeñable, pero, a los pocos minutos, el espectador ya tiene la firme convicción de que este entretenido producto no va a sufrir la transformación licantrópica que lo convierta en un trabajo inolvidable.
Esta adaptación respeta el espíritu del tebeo al incorporar referencias sin miedo, desde 'True Blood' hasta 'Underworld' y 'Crepúsculo'. Sin embargo, reduce el valor del material al presentarlo como un producto que, en épocas anteriores, habría sido destinado directamente al mercado de vídeo.