Cumple con el reto de ser una superproducción de acción irreprochable, en la que se equilibran las siempre hiperbólicas escenas de acción con unas someras notas de humor y con unos trazos emocionales.
Lars von Trier aborda el conflicto de manera ejemplar. La exploración de la pedofilia y las escenas de sumisión reflejan la verdadera grandeza de la película.
Sádico ejercicio de terror agorafóbico. Roth tiene la extraña habilidad de lograr que sus golpes bajos dejen en el aire ecos estimulantes: carne y sangre están al servicio de un nihilismo con mordiente, ajeno a toda idiotez.
Hay buenas ideas, pero prevalece la impresión de haber pasado de una secuela acontecimiento a la algo atropellada resurrección de una franquicia. Por lo menos no estamos ante una fotocopia cara.
La saga, aunque ha ido perdiendo la magia del original, se mantiene alejada de tramas rutinarias. La inestabilidad narrativa parece una reflejo de una mente enferma, pero su atractivo sigue siendo exclusivo para aquellos que son verdaderos aficionados.
La película presenta una fuerte similitud con la novela, lo que sugiere que Fincher ha optado por una presencia sutil. Esta elección, característica de su estilo, demuestra ser altamente astuta.
Tras un inicio prometedor, la película enfrenta varios problemas en su narrativa que intenta resolver de manera poco convincente. La capacidad de sorprender se desvanece rápidamente.
Las cartas están sobre la mesa y nadie debería irritarse demasiado por el déficit de originalidad. El carisma de Dwayne Johnson es el único asidero en una propuesta demasiado rutinaria.
Un encadenado de giros de guion y golpes de efecto dignos de mejor causa y un plantel de entregados actores intentando nadar contra las corrientes de inverosimilitud que acaban ahogando una historia de eficacia puramente epidérmica.
El retrato de los paisajes es el único aspecto positivo en esta obra que no logra establecer una identidad clara entre las influencias externas y un cuestionable deseo de trascender.
El enérgico primitivismo de 'Kárate a muerte en Torremolinos' da paso a un enfoque más controlado y exigente. Aquí, cada momento cuenta y la mayoría de los gags impactan de manera efectiva.