El sexto largometraje de Michael Cuesta refleja cómo su experiencia en la nueva ficción televisiva ha aminorado sus cualidades como cineasta creativo y sorprendente.
El montaje entrelaza de manera efectiva las dos líneas temporales, aunque en ocasiones se difumina la línea entre lo emotivo y lo excesivo. Sin embargo, la elegancia del desenlace logra compensar en cierta medida los momentos titubeantes.
El filme se desarrolla a través de las vivencias y recuerdos de sus personajes, revelando la conexión entre lo único y lo universal en la cultura de los Krahô.
Bordea ocasionalmente un kitsch sentimental, que se transforma en gratificante y excéntrica comedia involuntaria para el público ajeno al fenómeno fan. Lo positivo es el buen gusto de Niccol para la puesta en escena.
Tuneo para consumidores masculinos onda geek del neorromance teen acuñado por Stephenie Meyer: un 'Crepúsculo' para quienes llegaron tarde a 'Expediente X'. El clímax final tiene, por lo menos, nervio y energía.
Rasquin escoge una dirección marcante, utilizando un montaje musical perturbador y recurriendo de manera frecuente a momentos melodramáticos que a veces rozan lo excesivo.
Este documental presenta un enfoque molesto y condescendiente, y, aunque busca ser entretenido, resulta decepcionante que Walker, a pesar de la asombrosa edad de los protagonistas, no muestre el más mínimo interés en explorar sus vidas.
Una apasionante crónica, con una fuerza abrumadora, conmovedora de principio a fin e importante por diversas razones. Es un retrato de personaje realmente soberbio.
El filme tiene el potencial de atraer a los niños, quienes disfrutarán de su animación sin cuestionar la falta de fluidez en el lenguaje. Sin embargo, puede resultar frustrante para los adultos debido a los diálogos pesados que intentan enseñar una lección moral.
La falta de madurez en la presentación del discurso, junto con el uso exagerado de recursos sensacionalistas, afecta profundamente la calidad del producto final.
'Trinta lumes' es una película que explora umbrales y rincones marcados por la huella de un misterio o una desaparición. Se trata de un debut delicado que se presenta como una obra poética dentro del género del terror.
El metraje es tan impresionante como los paisajes naturales que inspiraron su visión. Las imágenes que perduran tienen una sensorialidad que evoca la poderosa experiencia de una velada bajo las estrellas en una noche tormentosa.
Un viaje visceral hacia la sordidez, donde Oberli dirige 'La granja' con una cámara inquieta y casi hipnótica, explorando una moralidad difusa y dejando atrás cualquier asidero o certeza.
El filme ofrece diversas satisfacciones, desde su representación de una comunidad donde la información por internet complementa la ingenuidad de sus miembros. Además, el giro sorpresivo en la trama y la habilidad del director para plasmar esa atmósfera en peligro son sobresalientes.
La dificultad para convertir la melancolía presente en la historia en una auténtica firma estilística afecta negativamente a la película. Sin embargo, esta se muestra coherente y firme en todas sus elecciones narrativas.
Este documental es una obra que todo espectador debería experimentar. Tenerlo disponible en la cartelera es un verdadero privilegio, dada su singular y extraordinaria naturaleza.
Diálogos excepcionales que ofrecen valiosas lecciones sobre el análisis del cine, destacando la importancia de que las palabras dejen espacio para la imaginación del espectador.