El filme evita caer en soluciones dramáticas simplistas, pero opta por situarse en un limbo insatisfactorio que oscila entre la celebración épica y su opuesto.
Se mantiene fiel al código estético marcado por Aubier, Patar y Renner, aunque el sustrato de animación 3D, cuidadosamente tratado, a veces afecta la fluidez de los movimientos, lo que en ocasiones resulta en una sensación mecánica.
Logra la considerable proeza de erigirse en la más distinguida y reflexiva entrega de la saga en esta resurrección, no sólo hay talento, sino también afecto e inteligencia.
Con unos diálogos que sirven de motor screwball al conjunto, 'Mistress America' no aspira al diagnóstico generacional: brilla en el retrato preciso de un personaje complejo.
Un retrato femenino complicado, matizado y exquisitamente realizado, sustentado por la entrega, el arrojo y la dedicación de una actriz excepcional. La interpretación de Sarandon es simplemente deslumbrante.
Muy sorprendente, este trabajo va más allá y parece abrir un nuevo territorio expresivo, donde la comedia del desconcierto abre su puerta a la desesperación y la hondura existencial.
La actriz Valeria Golino firma su debut en la dirección con justeza de tono, un estilo visual que apoya la subjetividad del discurso y una valiente apuesta por la complejidad y las ambigüedades.
Un irresistible thriller en miniatura. Schreier maneja su delicado material con inteligencia y humor, aunque no siempre controla el tono de sus apuntes satíricos.
La película presenta en ocasiones situaciones típicas de la comedia de adultos mayores, sin embargo, logra un equilibrio aceptable entre el uso del humor negro y las dinámicas propias de un grupo de amigos de la tercera edad que se reúnen.
Sorprendente, madurísima. Hathaway y Sturgess hacen que la película resplandezca, pero son Nicholls y Scherfig quienes ofrecen una lección magistral en la concreción narrativa y en el entendimiento de las fragilidades humanas.
Proporciona una generosa ración de humor pop algo malintencionado, lanza cargas de profundidad a la América de fe creacionista y satiriza, quizá con demasiado afecto, el universo del inmaduro Comic-Con freak.
La película tiene una duración tan extensa como otros trabajos de Apatow; sin embargo, debo admitir que habría podido disfrutar otras dos horas más contemplando la impresionante capacidad cómica de Wiig.
Con espíritu de proyecto rodado entre amigos, la película no se libra de las servidumbres de su género —en el fondo, la comedia romántica— pero contiene verdad y cierra arriesgando.
Una película sorprendente, capaz de desarticular toda idea recibida sobre un género —la comedia universitaria— y un cineasta que aquí parece liberarse incluso de sí mismo.
[Elliott] muestra más profesionalismo que compromiso, emplea unas cortinillas de transición poco efectivas y consigue algo similar a la película ideal: ligera, autocombustible y fácil de olvidar, perfecta para disfrutar en un autobús.
Es de esas películas en las que cuesta decidir qué elemento conquista el top de la repelencia: si el ceño fruncido de una Marion Cotillard forzando su registro de intensa o la fatal, inevitable, canción de Antony and the Johnsons.