Apabullante, ortando tajos de compacto tiempo cinematográfico una cotidianidad baldía y morosa, como si estuviese apuntalando la marcha de una tensa tragedia inexpresable y recóndita.
Se expresa estructuralmente en una superproducción de largo aliento donde se acogen y conjuntan a la Scorsese desde 'Casino' (93) archivos falsos o auténticos e irrupciones legendarias, una guía ilustrada para entender la cultura Osage.
Se desarrolla como una lenta ficción tan secreta como la idiosincrasia de su inubicable personaje central, en extraño tono deliberadamente menor, y casi hermética, llena en exclusiva de finos detalles oscuros.
Se maneja ante todo al interior de una dramaturgia de los intersticios literarios, dentro del rango de esplendentes sutilezas y sugerencias, en el nivel de lo no-dicho, en la profundidad a contraluz y en los claroscuros.
Mundo paródico del exotismo hastiante con gratuita vomitona en la calle subterránea y desvirgación homosexual como rito azteca y magno desfile disminuido del otrora Día de Muertos.
Lleva elegantemente su semblanza biográfico-histórica al terreno de la etopeya, o sea, el retórico cántico de las cualidades de un personaje excepcional.
Se ejerce básica, crucial e inesperadamente como una cacería enconada y recíproca del perseguidor y el perseguido, cual si se tratara de una ficción patafísica y metapsicológica factualmente borgeana del héroe y el traidor.
Propone una magna y arrolladora e incontenible fantasía poética so pretexto y origen curiosamente promocionales museísticos cuya estallante e irreprimible multidimensionalidad se torna tan evidente cuan eminente.
Una ficción que reivindica de manera casi hagiográfica a un mártir homosexual, una víctima singular de la homofobia institucionalizada. Este cruel caso ha sido ignorado incluso por la comunidad LGBTQ+ contemporánea. Se presenta como un elogio a la locura y una celebración de la diferencia.
Trasciende la gratuita metafísica grotesca del horror y la barbarie de los hechos, registrándolos y narrándolos siempre de manera subjetiva e impresionista, diseminados en sensaciones y visiones parciales, sin por ello prescindir de la pesantez y la gracia envilecida.
La valentía femilibresca transforma la estética visual en un espacio literario, con interiores verdosos y paisajes marinos grisáceos, donde las nubes negras evocan una atmósfera casi gótica.
La película se sostiene por su dulce y persistente toque de onirismo, que resulta ligero y etéreo. Su esencia acaricia y acompaña al espectador, impregnada de un sarcasmo notable y un divertido masoquismo.
Se provee de un final que vale por la película entera: una suntuosa pietà valenciana, con lujo de icono fílmico armenio del Paradjanov de El color de la granada.