La valentía femilibresca transforma la estética visual en un espacio literario, con interiores verdosos y paisajes marinos grisáceos, donde las nubes negras evocan una atmósfera casi gótica.
La película se sostiene por su dulce y persistente toque de onirismo, que resulta ligero y etéreo. Su esencia acaricia y acompaña al espectador, impregnada de un sarcasmo notable y un divertido masoquismo.
Se provee de un final que vale por la película entera: una suntuosa pietà valenciana, con lujo de icono fílmico armenio del Paradjanov de El color de la granada.
Hace coexistir la epopeya-thriller y el réquiem etnogáfico, en la hibridación de una saga-amalgama sorpresiva, gracias a su tesitura exaltada pero eminentemente elíptica.
Genera una fulgurante fantasía biográfica parcial que no debe advertirse como tal porque se basa sin mácula explicativa en el gran espectáculo de la creatividad y la decadencia en estado puro.
Se aplaza y divierte, rechazante, desesperante, erizante, exasperante y paralizante, no obstante reverberante, como los variables tonos anímicos de esta inusitada comedia fílmica.
Se extravía, por lo demás, en su sentido global, en sus sentidos y en los del espectador, dentro de una estética de la digresión, la dispersión y la falta de focalización del objetivo a narrar.
Da la grave y gozosa sensación de que, en todo instante, y secuencia por secuencia, cada episodio de su largo y profuso relato fílmico es una afirmación vital y un distinto elogio al padre.
Establece una atmósfera de violento thriller psicológico abstracto a lo linchador Lynch que domina hasta el desquiciamiento a base de ingredientes pura y exclusivamente auditivos.
Prodigioso film. La búsqueda quimérica logra siempre la manera más original y estilizada, aunque sea de forma indirecta, de retratar las peripecias folclóricas, imaginativas y maravillosas.
Contempla en destructivo estado de exaltación constante el surgimiento de lo monstruoso y una existencialmente necesaria genealogía del mal, a modo de un minucioso pero colosal relato de aprendizaje al revés.
Se mimetiza con la inusitada grisura vertiginosa y decepcionada de sus recursos expresivos, el monólogo técnicamente preciso e impecable, la banalidad extrema del compulsivo acto gratuito.