Canta en solitario o en tumulto una educación que es una reeducación para afrontar la brutalidad que hoy requiere la envilecida vida húngara postsocialista.
Presenta de manera clara una perspectiva preexistencialista del mundo, considerándolo una farsa trágica llena de nauseas, pero aún encuadrada dentro de una tradición naturalista o posnaturalista.
Arroja de lleno al meollo de cada secuencia y prescinde de cualquier presentación de personajes, conclusiones y transiciones. Sus escenas son tan directas y elípticas como sus planteamientos, saltando de una emoción a otra sin pausa.
Presenta una expansión incontrolable que escapa a los límites del psicothriller gore más estilizado, dejando atrás un enfoque truculento y excesivamente intelectual.
La película carece de un contexto claro, ya que su propósito es establecer una narrativa que se asemeja al cosmos de Spinoza, donde el centro se halla en todas partes y no tiene límites definidos.
Pertenece a un nuevo tipo de documental que va más allá de simplemente describir o dramatizar. En su esencia, narra delirios y se presenta como una docuficción en sus etapas iniciales, explorando la locura de una manera única.
Una obra maestra que navega por complicadas cuestiones filosóficas, sagradas y ministeriales. Es un neodrama social al estilo de Ibsen, que se presenta como una fábula moderna, siempre en transformación y profundamente susceptible de cambio.
Un ejercicio subversivo que fusiona la sarcástica claridad oscura de la primera parte con la elaborada farsa casi de marionetas y grandilocuente de la segunda parte, culminando en una variada y polivalente coda como un remate impresionante.
Mundo de una divertida burla salvaje y etérea a los ridículos reglamentos de lo que el Estado Iraní considera fílmicamente transmisible y no-transmisible.
La película avanza de revelación en revelación, sorprendiéndonos en cada giro. Esta singular fábula feminista, con tintes de ciencia ficción, ofrece una propuesta estética completamente distinta a las búsquedas más expresivas de un clásico del cine.
Dirige su agudo humor hacia sí misma, como un castigo que parece merecido y valioso, a la vez doloroso y placentero, en un monumento al masoquismo de la autoirrisión, una especie de ensayo de una gracia hipotética.