El trío de directores consigue trascender la mera copia, utilizando con gracia las referencias pero proponiendo un marco más amplio para su revisión cinéfila de la época.
Aunque parece un concepto novedoso, es en realidad otra variante de una de las ideas fundamentales del negocio de la escritura de guiones en Hollywood. El inconveniente de esta propuesta es que su enfoque se centra en la moraleja, y no todos los directores están preparados para afrontar ese reto.
La película de Lublinsky se esfuerza por evidenciar la puesta en escena, incluso a través del registro actoral. De alguna manera, logra recrear la sensación de ser espectador de otra época, similar a la que se experimenta al ver películas antiguas.
Todo esto suena fantástico y hasta cierto punto del relato lo es. El problema es que en algún momento asoma lo peor de la clase B y todo lo bueno de Criaturas nocturnas se va diluyendo.
Con mucho ingenio, Bersntein diseña un dispositivo que remite al arte de lo cinematográfico que es un muy modesto pero poderoso hallazgo. Nada que salve a la película ni que lo vaya a volver famoso, pero que merece ser reconocido.
La película se aleja del diálogo innecesario y de los discursos reveladores, optando por contar su historia a través de las acciones de sus protagonistas. Aunque estas acciones son numerosas, no generan más interés que las de la vida cotidiana de cualquier persona.
Entre los muchos logros de esta agridulce comedia italiana está el de retratar de un modo extraordinario el paso del mundo de la infancia al de la adolescencia de su protagonista.
El uso de subtítulos en Ragazzi se convierte en un vehículo para una poesía ostentosa. Sin embargo, hay un notable descuido formal en la sintaxis, ortografía y puntuación, lo cual resulta sorprendente en un director que generalmente presta atención al buen uso de las herramientas del lenguaje cinematográfico.
Es imposible no ver el film de Sironi sin reconocer de inmediato su legítimo lugar dentro de la genealogía del cine italiano, en particular en la rama que nace en el neorrealismo.
Exponente de una suerte de realismo mágico europeo, 'Mujer en guerra' trenza la crítica social y un registro a veces fantasioso con las buenas intenciones y los mensajes morales subrayados.
Es un film de cálculo, en el que cada elemento ha sido pensado para conmover al espectador, pero también a los miembros de la Academia que eligen las candidatas a los Oscar.
A pesar de las situaciones límite que enfrenta el joven protagonista, el guion evita caer en el miserabilismo de dejarlo sin salida. Este gesto noble logra atenuar la tragedia implícita en el relato.
Ambientado en la Sudáfrica actual, el policial se conecta con los crímenes cometidos durante el apartheid. Temas como “impunidad”, “culpa”, “juicio” y “venganza” son planteados en este film, que adhiere a la idea de que sin justicia no es posible un auténtico perdón.
La película se torna sádica y explícita de manera inesperada y sin justificación. Esta búsqueda de impacto y conmoción parece dar lugar a una especie de traición, evidenciando un juego de manipulación que resulta complicado de perdonar.
Este segundo trabajo como director del actor británico Harry Macqueen es sobrio, preciso y, sobre todo, emotivo por su fondo y no por su forma. Y en eso tienen mucho que ver los trabajos modestamente soberbios de la pareja protagónica, Colin Firth y Stanley Tucci.
Busca articular en el tiempo el devenir de una historia de amor de la misma forma en que Richard Linklater lo hizo en la saga que comienza en 1995 con 'Antes del amanecer'. Pero lo hace de forma menos orgánica.
Con un estilo de animación 2D tradicional y un diseño exquisito, la película de animación nominada al Oscar se presenta como un fascinante viaje en el tiempo.