Jolie, que también escribe y dirige, muestra mucho de su piel y la de su elenco, pero no profundiza realmente en el trasfondo de la historia. La miseria no solo aprecia la compañía atractiva, sino que también requiere un centro emocional y un arco narrativo que satisfaga.
La emoción de una historia de perdedores nunca envejece. Es satisfactorio, como suelen ser las mejores películas deportivas: una intensa narrativa de triunfo y adversidad, narrada de manera inteligente.
A menudo se presenta como una hagiografía, aunque también logra ser aguda y comprensiva. La película está diseñada para humanizar la vida de los protagonistas de los tabloides y nos recuerda, una vez más, los orígenes de Jennifer Lopez.
La presencia más importante es la de Ginsburg: trémula y a veces indecisa por la edad, pero sigue siendo un torrente de inteligencia vivaz, pura voluntad y poder.
La creación de Peter Morgan destaca por su cohesión, ya que está elaborada con consistencia y se presenta con una producción rica. Sin embargo, su verdadero punto fuerte sigue siendo el elenco.
Leitch parece saber con precisión lo que debe hacer para que todo funcione sin interferir en el trabajo de sus protagonistas: bromean, luchan, se besan y destrozan todo hasta que el helicóptero les lleva de regreso a casa.
El tono de la película es a veces un poco exagerado, un estudio menor sobre la masculinidad atormentada; pero el mensaje que quiere transmitir es interesante y vale la pena disfrutar del proceso.
Baker es un cronista que se enfoca en los márgenes de la sociedad. Su forma de abordar estos temas con tanto afecto y sin juicios estrictos es lo que realmente distingue sus películas, aunque esa buena intención no siempre se refleja en un rigor narrativo claro.