Culto a la amistad, película “de reír y llorar”, paisaje urbano -y conurbano- argentino. No está mal, por cierto, y los actores otorgan dignidad a una historia que recorre lugares comunes con naturalidad y desparpajo.
Los Farrelly han logrado tomarse en serio una de las profesiones más riesgosas y despreciadas: la de hacer reír con nuestro costado más grotesco. Aún imperfecta, una película libre, y eso solo ya es toda una declaración de principios.
Entre trago y trago, mediante diálogos de una normalidad notable, las relaciones se arman y desarman, y terminamos siendo testigos de la vida de personas como nosotros en circunstancias poco habituales.
Es una versión extrema del clásico “El ángel exterminador”, de Luis Buñuel, y se presenta como una de las sorpresas del año. El final es uno de los más tiernos y divertidos, liberador en más de un sentido, que nos ha ofrecido el cine recientemente.
Trapero entiende que el mundo de las villas es esquivo y, con sinceridad, se enfoca en narrarlo de la mejor manera posible. Logra así una película ambiciosa, compleja y casi épica, lo que representa un verdadero acto de valentía.
El film resulta ser bastante rutinario, lo que lo lleva a adoptar un enfoque moralista. El realizador parece trabajar “de oficio” y sacrifica su propia visión para adaptarse al libro, lo que ocasiona que la película pierda su fuerza y se torne inevitablemente anacrónica.
Es de esas que uno empieza a ver y se emboba durante horas sin poder parar porque, como toda serie que se precie, no se pone límites ni de género ni de inventiva.
Las hazañas técnicas del film no son exhibicionistas, sino que contribuyen de manera significativa al desarrollo de la narrativa, como si se dibujaran con naturalidad. Es una de las mejores obras de un maestro del cine, lo cual es un gran elogio.
Realizado, aunque parezca redundante decirlo, con veneno y ganas de divertirse, dos características del cine de Aldrich, siempre al filo del grotesco pero siempre incómodo. De esas películas que hay que ver.
El talento del realizador para construir un guión que, a través de viñetas, mantiene en todo momento una narrativa fluida, se hace evidente al final, cuando uno de los personajes considerados "inútiles" decide dejar el pueblo en busca del arte. Es una película clave.
La película de Mann es una obra maestra no sólo por su modernísimo guión sino que a través de esas peripecias logra pintar un paisaje social y espiritual alejado de la romantización aventurera de la conquista del Oeste.
Es una película que, en diversos momentos, logra ser muy cómica y presenta personajes interesantes. Aunque hay instantes en que la comedia decae, en general es una experiencia válida y sin restricciones.
Es una gran pesadilla visual con un esquema narrativo que se compone de momentos, a menudo desconectados. Sin embargo, en medio de la destreza técnica y la meticulosa artesanía, se revela la certeza de que el cine todavía tiene algo que comunicar.