Todo es artificio pero nada es artificial. Y si bien todos vieron hasta el cansancio a Kelly con el paraguas, todos los personajes tienen su gran momento. La felicidad es una película así.
Pros y contras: la acción está muy bien elaborada y presenta todos los lugares comunes que Hollywood utiliza para provocar emoción; es complicado no sentir entusiasmo ante algunas secuencias.
Es evidente que Allen reflexiona sobre el tiempo, el ayer y los recuerdos, y propone una especie de edad de plata que, a pesar de sus inconvenientes, sigue siendo fascinante. Esta fascinación, transmitida con profundidad, confiere belleza al relato.
El mérito del film reside en que estas aventuras e intrigas muy imaginativas tienen tanto peso como la relación entre los personajes. Además, es una obra muy bella, pero con una belleza que no es para nada accesoria ni decorativa.
Lo de Giannini y Melato, ambos fetiches de la directora, es sensacional en todo sentido. Esta clase de películas sería imposible en el mundo adocenado, miedoso de hoy, y por eso se notan más frescas y novedosas.
El impresionante trabajo de Christopher Nolan sugiere que esta es una de sus mejores películas, comparable con 'Dunkerque' y 'El Caballero de la Noche'.
Aunque la película presenta más diálogos que acciones, logra mantener una ligereza que resulta atractiva. A pesar del melodrama, la simpatía de los protagonistas destaca.
La película es densa, sobre todo sostenida en las actuaciones (intensas como corresponde a tema y forma) y excede el contexto para presentar una cumplida fábula moral a la que no le falta suspenso.
En un momento determinado, el protagonista se enfrenta a un callejón sin salida y toma decisiones en piloto automático, tanto en situaciones trágicas como tiernas. Es una película interesante, ya que, en el fondo, plantea lo imposible.