Todo funciona y la película resulta emotiva por los motivos adecuados: cuando nos hace lagrimear es cuando descubrimos que lo único que declara la película es que toda vida es sagrada y que la justicia, (...) nos iguala y nos protege.
El juego de opuestos entre Amy Adams y Christoph Waltz funciona muy bien, y la película en sí misma es de un sabor agridulce que parece reflejar de modo muy preciso el estado de ánimo del director.
Esta historia sobre los inicios de los Four Seasons y su vocalista, Frankie Valli, es directa, respeta el material original y presenta todas las canciones en su versión completa.
La belleza de las imágenes trabaja en perfecta armonía con la historia cautivadora. Totoro es un universo propio, un filme que todo verdadero amante del cine debe experimentar.
Absolutamente amable, la película logra demostrar que Martín Piroyanski es un gran actor cómico que, en cualquier otro contexto hoy, sería una estrella del género. Es una propuesta válida y entrañable.
El factor humano se disuelve en esa última media hora de truculencias varias. Es una pena, porque el material no es del todo malo y por momentos Wright parece preocuparse por lo que narra.
Es una fantasía, una especie de fluir de la conciencia pop que narra la vida del cantante británico de la única manera en que es posible: como un gran musical colorido y festivo incluso en sus momentos más o menos trágicos.
La película explora el proceso de adaptación de un libro, mostrando cómo, en el filme, se manifiesta de manera casi tangible. Esta característica le brinda a la intrigante aventura oscura una profundidad poco común dentro del cine.
Aunque no es lo mejor que ha creado McKay y en ciertos aspectos resulta demasiado progresista, el resultado, tanto como invención como en su método, sigue siendo interesante.
Hay un uso desmesurado de la explicación, una saturación de planos y emociones y un tempo que disuelve en gran medida el impacto del film. Que es mejor que la media, de todas formas, aunque decepcione al seguidor del realizador.