Guadagnino, gran retratista de la juventud contemporánea, logra algo raro: un film original y “setentista” en el mejor (y más cinéfilo) sentido del término.
Esta miniserie documental cubre el hecho histórico en el que se basa la serie con precisión y detalles de una tristeza apabullantes. Sin hacer concesiones ni regodearse en el morbo.
Está bien narrada y muestra que este tipo de drama se adapta mejor al formato televisivo. Hay momentos de gran tensión narrativa y visual, logrando un equilibrio perfecto.
Todavía Hollywood puede contar esta clase de historias, más allá de la recurrencia al cliché, y que resulten tan atractivas como una ficción. Lo mejor, como siempre en estos casos, son los actores, en una puesta en escena convenientemente anónima.
Lo que una serie debe hacer con tanto material al mismo tiempo verdadero e inverosímil es darle credibilidad, mantener su fuerza épica y trágica y transmitirla al espectador. Esta versión de la vida del campeón de los medianos lo logra con creces.
Lo interesante es que uno nunca sabe para qué lado va a ir el episodio siguiente, y la serie lo logra sin traicionar al espectador ni pistas falsas, con personajes que siempre son humanos y creíbles.
Es tan buena como la serie original, y ha sabido forjar su propio camino al construir un universo distintivo. La aparición de lo incorrecto en ese pequeño nerd aporta una frescura auténtica, sin dejar de lado la melancolía del genio.
Al realizador Gaghan le importan más los avatares del capitalismo que el drama o la comedia del hombre en peligro, más el periodismo que la literatura, y eso vuelve insatisfactorio a un cast, en otras manos, perfecto.
Reflexión sobre prejuicios y modelos, tiene actuaciones que nos acercan a aceptar como real el mundo que plantea en la pantalla, aunque a veces se pase un poco con el didacticismo y la buena intención.
Este film sería uno más si no fuera por la impresionante caracterización de Jennifer López en su primer protagónico cinematográfico, que no sólo es una Selena mimética al detalle, sino que le pone su propia voz al personaje y conmueve en cada plano donde aparece.
Esta vez los Transformers muestran una personalidad más definida y toman decisiones que a menudo son emotivas. La animación computada se utiliza de manera equilibrada, logrando impresionar en los momentos clave.
La miniserie enfrenta un dilema: no logra decidir si quiere ser una sátira del mundo o abordar su temática con seriedad. A pesar de que los actores son talentosos, el resultado final termina siendo igual a aquello de lo que intenta reírse.