Hay momentos muy buenos y un material de archivo notable. Si bien Arnold expresa sus pensamientos libremente, también demuestra la capacidad de enfrentar recuerdos difíciles y errores de una manera profundamente humana.
Es probable que lo mejor de esta serie, además de disponer de grandes testimonios y de un material de archivo absolutamente notable, sea el de registrar cómo un ser humano se convierte en un ser mitológico, irracional, iluminado.
Más allá de la calidad musical y la poesía de don Joaquín, es relevante que la película elige una de las sinceridades más notables y divertidas. Sabina sabe cómo moverse en el juego del intérprete, logrando así un retrato auténtico de sí mismo.
Documental que, aunque carece de creatividad formal, está repleto de anécdotas y detalles. Deja en claro por qué el galardonado compositor forma parte de nuestro paisaje cultural, trascendiendo cualquier frontera.
Lo interesante es que el verdadero film es el documento del carisma de una persona cuya imagen es suficiente para lograr esa reacción en el público. Oreiro vuelve extraordinaria incluso una película rutinaria como esta.
El film es desparejo, pero ofrece varios momentos placenteros. De alguna manera, esta inconsistencia es adecuada para una película que transcurre en una mente compleja.
Fue una experiencia hermosa, aunque sombría, que utiliza los recursos característicos de una telenovela. La trama conecta el presente con el pasado a través de una relación madre-hija que resulta poco creíble.
Intenta abarcar, y en general lo logra, la compleja vida de una persona que fue sex-symbol, activista política radical, productora cinematográfica. Además de ser ella misma, claro, lo más difícil de retratar, algo que la película logra.
La serie es excelente, no solo por la gran cantidad de material inédito o poco visto, sino porque permite que los testigos expresen sus experiencias sin tomar una postura y sin eludir los momentos difíciles de cada biografiado.