Muchas de sus secuencias son perturbadoras por el grado de extrañeza, de incongruencia con la experiencia cotidiana. Y el miedo crece, y el suspenso es constante. El final, catártico y terrible, es además de lo más bello y perturbador en lo que va del año.
Esto es el cine: que encontremos en aquello que se vuelve gigantesco hasta el absurdo, por pura saturación, el elemento humano: la sana ironía de saber que el peligro sin cuento al que se enfrentan los héroes está allí para hacernos muy felices.
La película explora diversas variables y se siente libre de llevar la narrativa a donde desee. Hay momentos realmente brillantes que destacan. Si hubiera más desarrollo, le otorgaría una calificación aún más alta.
A Emmerich nada le produce escrúpulos. El ejercicio interesante es que, ante filmes similares, se pueden identificar esas filigranas que comúnmente llamamos "estilo".
La habilidad del realizador para narrar con imágenes y para crear momentos de alta tensión con recursos tan limitados como el espacio de un tren garantiza un entretenimiento notable.
Lo interesante es que el verdadero film es el documento del carisma de una persona cuya imagen es suficiente para lograr esa reacción en el público. Oreiro vuelve extraordinaria incluso una película rutinaria como esta.
Fue una experiencia hermosa, aunque sombría, que utiliza los recursos característicos de una telenovela. La trama conecta el presente con el pasado a través de una relación madre-hija que resulta poco creíble.
No carece de momentos cursis ni de momentos brillantes. El brillo y lo cursi provienen de la misma mente. Es una de esas pequeñas joyas que, una vez descubiertas, se convierten en de culto.
El film es mucho más que el recorrido por la vida de un personaje que logra ver la Gran Historia al sesgo, sino también un recuerdo de lo que fue ese mundo de los sesenta desde el extraño límite entre la gloria y la vida cotidiana.
Si el lector desea comprender lo que significa una película monumental, la mejor manera de hacerlo es a través de esta obra de Abel Gance, su filme más famoso. La película relata la vida de Napoleón con destacado vigor y un impresionante despliegue de producción.
No siempre funciona, pero cuando no, está Dolores Fonzi sacando de la galera un personaje extraordinario. Un film original, lo que en nuestro panorama es extraordinario.
La película ofrece sustos, pero lo que realmente destaca es su capacidad para generar sugestión. El recorrido hacia lo macabro y lo fantástico se desarrolla con elegancia, logrando provocarnos miedo, sin dejar de lado algunos momentos de humor negro.
Cronenberg utiliza su destreza detrás de la cámara para moverla y dirigir a sus actores, lo que le permite transmitir emociones auténticas. Y, sin duda, lo logra con gran éxito.
[Crítica 1ª temporada]: Ese ingrediente histórico le proporciona un nervio a las situaciones, lo que permite que los lugares comunes pasen más desapercibidos. Además, los personajes logran convencernos de su existencia, sin excesos.
La mezcla de aventuras con drama a lo telenovela resulta efectiva en esta especie de pastiche pop que no oculta su naturaleza, lo que convierte a la serie en una ficción seria, elaborada con respeto hacia la inteligencia del espectador.