El mayor valor que tiene esta película consiste en que los dos actores principales son muy simpáticos y que no sólo se potencian sino que, cosa curiosa, se restringen a lo justo. Uno al otro.
Esto es el cine: que encontremos en aquello que se vuelve gigantesco hasta el absurdo, por pura saturación, el elemento humano: la sana ironía de saber que el peligro sin cuento al que se enfrentan los héroes está allí para hacernos muy felices.
La película explora diversas variables y se siente libre de llevar la narrativa a donde desee. Hay momentos realmente brillantes que destacan. Si hubiera más desarrollo, le otorgaría una calificación aún más alta.
Esta enésima vuelta de tuerca a la comedia de pareja dispareja utiliza los clichés típicos de las parodias, llevándolos a un nivel de originalidad interesante. Aunque podría haber tenido una duración más corta, el espectador se marcha con una sonrisa.
A Emmerich nada le produce escrúpulos. El ejercicio interesante es que, ante filmes similares, se pueden identificar esas filigranas que comúnmente llamamos "estilo".
Aunque son dos actrices cómicas con estilos distintos, su actuación se complementa de manera notable. Si bien existen muchas películas sobre "parejas desparejas", especialmente en el ámbito policial, el resultado en manos de estas dos actrices inteligentes ofrece una perspectiva fresca.
La habilidad del realizador para narrar con imágenes y para crear momentos de alta tensión con recursos tan limitados como el espacio de un tren garantiza un entretenimiento notable.
La película es probablemente el más logrado alegato en favor de la risa y la diversión como formas de la felicidad y la riqueza de espíritu. Y tiene algunos de los mejores cuadros musicales de la historia del género.
Muchos sustos están dispuestos como elementos musicales, logrando que nuestro cuerpo actúe como una batería... cuando logran su cometido. Estos sustos son efectos de montaje y sonido, y en ocasiones exhiben una modesta artesanía. Sin embargo, no hay más que eso.
La película presenta investigación paranormal y momentos escalofriantes, elementos que se esperan en este género. Sin embargo, falla al no definirse como un drama psicológico, lo cual limita su potencial.
La ambición metafísica de la película es notable; su realización, en un tono más suave y accesible, resulta ser la forma más efectiva de explorar temas tan amplios como el tiempo y el significado de nuestra existencia y conciencia. Es una rareza que se presenta muy pocas veces.
La película presenta dos inconvenientes. En primer lugar, lo que se extraía del clásico animado permitía una interpretación más sutil, mientras que aquí es bastante explícito. En segundo lugar, el aspecto técnico deja que desear; solo Jude Law parece captar la esencia del papel.
Lo que importa es cómo se construye o deconstruye la institución familiar. Ryan Reynolds, un actor que ha sido objeto de críticas, resulta ser el rostro adecuado para esta película y cumple su papel perfectamente.