Bien narrada y bien dirigida, con un guion sólido y una destacada actuación de Michaela Coel. Sin embargo, presenta todos los clichés relacionados con la corrección política. A favor, el tono no es trágico, sino que tiende a ser irónico y, en ocasiones, incluso cómico.
La serie desarrolla la narrativa con gran detalle, pero parece tener una condena predeterminada que limita la capacidad del espectador para formar su propia opinión. Además, el uso de testimonios de las víctimas resulta poco respetuoso.
Hay un problema irresuelto con ciertas series que quieren dejar un mensaje y entretener al mismo tiempo: que una cosa interfiere con la otra. De todos modos, es suficientemente dinámica como para mantener la atención.
El ritmo narrativo logra evitar el cliché del “pueblo chico-infierno grande”, en el que se suele caer. El trabajo de Witherspoon es fundamental para la narración.
Una de esas películas que ya no se hacen: las que nos entretienen y molestan, las que nos obligan a pensar el mundo y a nosotros mismos más allá de los títulos del final.
La película explora diferentes caminos, aunque en ocasiones se siente estancada. Sin embargo, la actuación de Fonzi impulsa la trama con la energía de una locomotora.
El centro de la película es un Depardieu inmenso en todos los aspectos, una masa que atrae toda la atención. Es como un agujero negro formado por el talento de un actor que logra el gesto perfecto en el momento adecuado. Una obra monumental.
Más allá del drama filosófico y psicológico que Bergman nos presenta, La fuente es también –y sin ocultarlo– un thriller de venganza, uno de esos relatos que nos lleva de las narices de principio a fin.
Aunque el original ya incluía este elemento, hay una sensación de corrección política que resulta más forzada en esta película. Sin embargo, es entretenida y justifica el precio de la entrada.
La película incorpora todos los elementos típicos de una telenovela, pero lo hace con una gran sutileza que resalta lo esencial. Es un film que desafía y destruye prejuicios.
El problema de Pierce radica en que no logra construir un mundo completamente propio ni apropiarse del cuento. Esa es la razón por la que la película no cumple con las expectativas, a pesar de que cuenta con momentos que son realmente destacados.
Hay algo que eleva este film sobre el entretenimiento masivo más reciente: concisión. La película logra expresar una verdad simple a través de las imágenes y provoca una emoción más genuina que en la primera entrega.
Sí, es buena, es entretenida y quiere a su público incluso si es imperfecta y a veces de guion perezoso. Pero tiene alma, algo que difícilmente se pueda decir de la mayoría del audiovisual actual.
La banda sonora de Danny Elfman realza la obra, mientras que las sobreactuaciones tienen un aire de caricatura. El uso sarcástico, aunque finalmente tierno, de los clichés aporta una gracia que se manifiesta más en la serie que en el cine.
Es algo más que un film sobre los problemas de estos tiempos. Si así fuera, sería publicidad, y resulta que es cine. Porque se encarga no de presentar el problema con el dedo acusatorio preparado sino de entender complejidades.