El director debutante J. C. Chandor, además autor del guión, tiene la eficiencia del sólido artesano formado en la televisión, pero también todas sus limitaciones. Se diría que la pulcritud formal de la película es equivalente a su ambigüedad conceptual.
No pretende dar lecciones ni convertir a su protagonista en un modelo a seguir. Simplemente busca narrar, de manera clásica y noble, las disyuntivas vitales de un personaje, sin que la película lo señale de forma explícita.
Contundente policial tex-noir. La puesta en escena de Mackenzie trabaja de manera sobria y elocuente, no solo en la simetría de ese fatum entre asaltantes y policías, sino también en la construcción del espacio.
Se trata de una experiencia fuera de norma, en la que la directora de Los rubios pone nuevamente en crisis las fronteras entre documental y ficción para dar cuenta de un personaje tan extraordinario e inasible como la película misma.
Luce como un documental sobre la histeria neoyorquina actual, algo que ni siquiera Woody Allen podría lograr. Es un documento intergeneracional, donde cada grupo etario se refleja en el espejo de sus propias crisis.
Con una puesta en escena de un rigor y una precisión abrumadores, la directora de 'Punto límite' propone el relato de la terrible cotidianidad de la guerra urbana en Bagdad, pero adscribe al punto de vista del ejército de ocupación.
Nueva sátira social, con dosis aún mayores de cinismo y misantropía que las de su film previo. Östlund privilegia la irrisión y un humor que en su nuevo film se vuelve escatológico.
Queda clara la intención de entroncarse en un modelo narrativo que fue exitoso y aspira a volver a serlo, esa construcción no deja de ser a su vez un déjà vu, una nueva vuelta atrás para el cine argentino de alto presupuesto.
Triste y a la vez divertida, ligera y al mismo tiempo profunda, la nueva película de Denis quizás no esté a la altura de sus obras maestras, pero es cine del mejor nivel.
Es notable la manera en que Puiu, al igual que en 'La noche del señor Lazarescu', logra primero sortear y luego trascender los peligros del costumbrismo, alcanzando así un estado de intensa melancolía.