La falta absoluta de una línea argumental transforma la película en una serie continua y caótica de imágenes que, en ocasiones, parecen ser meras ocurrencias sin sentido. No hay una correlación entre los elementos presentados, y ninguna idea planteada llega a desarrollarse a lo largo de la historia.
Westmoreland logra crear un universo en torno a la protagonista que es entretenido y libre de prejuicios, tan alejado de la realidad que resulta casi increíble.
Una delicada e irregular fábula infantil sobre la identidad. Haynes se esfuerza constantemente por transformar el tono excesivamente melodramático de la historia en algo más sutil y profundo.
La esencia del descubrimiento y el riesgo que caracterizaban a la película de 2010, "Blue Valentine", se transforma aquí en torpeza y exageración. La intención era convertir un argumento folletinesco en algo tan veraz como brutal, pero el resultado no consigue cumplir esa promesa.
Sin poseer la lírica desatada y cautiva de sus mejores trabajos, la película se ofrece sin embargo como un perfecto, agónico y doloroso resumen de, quizá, una vida entera entregada a hacer desaparecer la pantalla de los cines; a empapar la realidad con el veneno del deseo.
El Woody de antes vuelve con una inspiración que se convierte en genialidad. Nos presenta una brillante y, por supuesto, delirante sucesión de, admitámoslo, sus mejores chistes.
Historia real de un furioso asesino. El desarrollo resulta plano, la puesta en escena estereotipada, pero... aparece Woods y el estómago se sube a la garganta.
Un excelente guión impulsa las espirales de una comedia cada vez más oscura y mordaz. Es un enfoque simpático y audaz que lleva a un duelo interpretativo de gran nivel. Sin lugar a dudas, se convierte en una grata sorpresa.
La idea es contar la adolescencia de aquellos que con el tiempo serán los reyes de los bajos fondos. La cúpula en pleno de la mafia exhibe pantalones cortos y modales nerviosos. Entretenida
Un cuento turbio de deseos y libertades. Todo ocurre en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, de la mano de una cuidada adaptación de época y un no menos brillante trabajo interpretativo.
Larga, pelín aburrida y con unas pretensiones que no caben por puerta alguna. La edad del jazz, la opulencia art-decó y otros temas tan litetarios se queda vacía de sustancia.
La más brillante y agónica genialidad de David Fincher. El director retoma un antiguo guión de su padre para ofrecer un magnífico homenaje al proceso de creación, que también sirve como crítica al funcionamiento del poder en la actualidad.
Película pesada, grave, tan consciente de su importancia que sencillamente no hay pantalla que pueda con ella. Apenas aparece el primer fotograma, se viene abajo.
Magistral relato de la madurez trágica del genio de Calanda. Simó lo presenta de forma emocionante, precisa y conmovedora. El resultado es tanto revelador y lúcido como profundamente inspirado en su deseo de ruptura.
Tan brillante como sucia, tan delicadamente exhibicionista como culpablemente 'voyeur'. (...) siempre con la cámara detenida en la pasión como el único combustible de la mirada.