Penélope Cruz, una 'mamma' inmensa, no es suficiente para un Crialese en tono menor. 'L'immensità' queda lejos de su intento de convertirse en el gran retrato nostálgico y agrio del patriarcado.
Relata con gracia y cuenta con una banda sonora repleta de clásicos del pop-rock que resulta entretenida. Sin embargo, termina dando tantas vueltas que el resultado final puede llegar a ser agotador.
Película tan alegre en su completa irregularidad que, por momentos, admitámoslo, subyuga. Y lo hace incluso a pesar de sí misma de manera tan consciente y premeditada que acaba por sencillamente abrumar.
Interpretaciones memorables, un torbellino de dos horas que es, sobre todo y desde cualquier punto de vista, resistencia. Cine pasional vivido a voz en grito con la cámara en la punta del alma.
Pronto, el filme abandona todo punto de vista sensato. Lo que continúa se esfuerza en oscurecer lo evidente con lo evidente: todo es enfatizado, todo es importante, todo es un todo.
Un puzle virtuoso con una precisión deslumbrante. Se trata básicamente de un melodrama tan consciente de sus fuerzas y su misterio que presume de clasicismo en cada uno de sus fotogramas.
Se entiende mal que la biografía de Freddie Mercury, uno de los personajes más fascinantes, acabe convertido en una simple excusa, en un catálogo sin alma de momentos más o menos épicos.
La cinta se detiene puntual y rigurosa en exactamente eso: el silencio de unos hombres encerrados. Con pulso, el director reconstruye la geografía desolada de un tiempo desposeído de su propia condición de tiempo.
Lars Von Trier, un director que despierta tanto admiración como controversia, entrega una obra cruel y exasperante que demuestra su genialidad. Esta película se alza como una de las provocaciones más impactantes del género de terror, fascinando al espectador con su total falta de prejuicios.
Todo lo que esta nueva versión logra en claridad lo pierde en el poder de evocación. Un misterio que es demasiado obvio no se puede considerar un verdadero misterio, sino que se vuelve simplemente irritante.
El problema, que lo hay, es la dificultad evidente y hasta fuera de guion que demuestra Padilha para animar la película con algo parecido a la tensión. todo discurre plano y sin brío.
El empeño por subrayar cada frase con otra, cada gesto con un grito y cada cadáver con el mismo infierno termina en un monocorde, triste y premioso ejercicio de lo mismo.
Todo se atiene a las pautas más estrictas del cine comercial, pero con gracia, procurando en todo momento que ni se note. (...) el resultado es un ejercicio de nostalgia con la virtud de la solvencia.
Tan convencional como finalmente hasta intranscendente. Es difícil sacudirse la idea una vez acabada la película de que todo lo visto sea algo más que anécdota.
Se olvida de buena parte de los logros de la entrega anterior y regresa al tono correcto y espectacular de las primeras películas. Dinklage, el mejor villano en tiempos.
Puro cine, cine vicio. El más brillante, contradictorio y dolido ejercicio de cine del año, un deslumbrante monumento cinematográfico de Paul Thomas Anderson.
Soderbergh regresa a desorientarnos y utiliza su enfoque cerebral y analítico en una trama simplemente torrencial. Michael Douglas, en particular, y Matt Damon ofrecen actuaciones tan impecables que resultan impactantes.