Gerardo Herrero sorprende con una claustrofóbica reflexión sobre el machismo, un brillante ejercicio de estilo y producción. Es una película que se vive de principio a fin en un único aliento.
Turbia, confusa, histérica e irresistible. Nunca antes una película se atrevió a tanto. Aster, encantado de conocerse, ha dirigido una película sencillamente indescifrable. Entusiasma de puro fea.
El cine que vomita cine. La virtud de la mirada del sueco Östlun radica en su habilidad para transformar cada acto cotidiano en un resultado de infinitos errores meticulosamente organizados.
Es un material altamente inestable que solo requiere de una actriz profundamente inquietante. Y aquí, Huppert muestra una sustancia adictiva que convierte cada uno de sus trabajos en una amenaza semántica.
Cavestany presenta un existencialismo del extrarradio en una extraña sinfonía desquiciada. Junto a 'El Señor' y 'Diamond flash' de Carlos Vermut, forman un binomio singular de películas perfectas, perturbadoras y a la vez iluminadoras.
Mucho ruido, poco cine. Se presenta una visión de la realidad en la que los villanos son extremadamente malvados, completamente corrompidos por el dinero, mientras que los héroes se muestran de manera solemne y excesivamente buenos.
La cinta es una auténtica bomba contra cualquier amago de optimismo. Y eso viniendo de un griego es mucho. Tan brillante como desoladora. Pocas veces se disfruta tanto las ganas irrefenables de suicidarse. Así de salvaje.
Una comedia triste. En todos los sentidos de la palabra. Sin alma, sin una historia que contar, sin aliento. (...) Allen se limita a dejar que los personajes circulen por sus obsesiones.