Hasta esta película, Yimou tejía narraciones con precisión. Ahora, todo ha cambiado. Abordando el tema del capitalismo voraz, se percibe una fractura. La estructura se descompone y la sintaxis se desdibuja. No hay una historia como tal, sino una ironía vibrante y provocadora.
Entre la comedia negra y el frenesí más simple, la película se mantiene en un terreno inestable. No obstante, gracias al talento de los actores, la trama avanza, aunque de manera algo irregular.
Lejos de Álex de la Iglesia la tentación del buen gusto, el director logra transformar un encantador ejercicio de estilo en un frenético despliegue donde cada cristiano que aparece es rápidamente decapitado.
Entre la comedia, la acción y el todo vale, una aparatosa indigestión de buenas intenciones. Recuerda a "Algo salvaje" y, en efecto, produce Jonathan Demme.
Es una película tan lucida y emotiva como convencida de que una sociedad justa, equilibrada y decente precisa de individuos menos angustiados, menos ridículos y algo más conscientes de sí y de los otros.
Un retrato hiriente, ambiguo, incómodo y muy salvaje de lo que nos ocurre. Se sitúa en el ámbito de aquellas películas que explican poco, no aleccionan y, de forma intencionada, provocan malestar.
Es un despliegue tan confuso y desproporcionado como sorprendentemente hipnótico y naive. La magia reside en lo impredecible, en esa habilidad tan característica de Besson para combinar lo pomposo y lo ingenuo con un desparpajo que asombra.
Cuesta adaptarse a un ritmo no tanto exacerbado como sólo exagerado. Pero vale la pena el esfuerzo. Cuando la última mitad de la película se precipite y adopte la forma y los modales de un thriller voraz y furioso, entonces ya no hay remedio: todo funciona, todo entusiasma.
¿La más pretenciosa de sus películas o la más disparatada de sus ocurrencias? las dos cosas Imposible retirar la mirada de algo tan sugerente y magnéticamente repulsivo. Trier en estado puro.
Rebollo deslumbra con la historia reinventada de Gabriel Veyre. Un auténtico prodigio que se dedica a la noble tarea de devolver a la pantalla la virtud del misterio y la belleza de lo inesperado.
Collet-Serra vuelve a demostrar su efectividad en un thriller inspirado lejanamente por Lumet. Sin embargo, el manierismo excesivo de ciertas secuencias perjudica la experiencia.
Puntillosa y muy aguda. Una autopsia escalofriante de un país entero. Y en medio, los cadáveres de los jueces Falcone y Borsellino. Y en el fondo, Berlusconi.
McNaughton muestra un cambio en su enfoque después de "Henry, retrato de un asesino". Lo que antes era intenso y provocador ahora se traduce en una especie de rabia infantil. Puede resultar entretenido en ocasiones, mientras que en otras puede ser un poco molesto.