Lee vuelve a destapar el frasco de la provocación, el compromiso y el genio no discutido. (...) El desarrollo convence con una galería de personajes guiados con mano firme, humor y credibilidad. El final, sin embargo, desconcierta.
Someten al espectador en la primera mitad a un conjunto de escenarios tan convencionales como insípidos. De repente, la trama se adentra en el oscuro terreno de las verdades reveladas, adquiriendo un tono profundo y sombrío propio de los relatos significativos.
El documental es un viaje y una definición conmovedora. Es sorprendente observar de cerca el rostro iluminado de dos hombres que se agradecen mutuamente de manera constante.
La genialidad antiartística de Quentin Dupieux descompone la personalidad del pintor, ofreciendo una comedia delirante, autorreferencial, inclasificable y hasta daliniana.
La película más relevante y extraordinaria en su ordinariez que ha dado el cine español este año y quizá en los venideros. Precisa, delicada, absurda, necesaria.
Toda la cinta está estratégicamente trufada de hallazgos verdaderamente memorables y no queda otra que rendirse de nuevo al hecho irrefutable de que Nicolas Cage es Nicolas Cage.
Gerardo Herrero sorprende con una claustrofóbica reflexión sobre el machismo, un brillante ejercicio de estilo y producción. Es una película que se vive de principio a fin en un único aliento.
El cine que vomita cine. La virtud de la mirada del sueco Östlun radica en su habilidad para transformar cada acto cotidiano en un resultado de infinitos errores meticulosamente organizados.
La primera mitad resulta convincente y, en ocasiones, deslumbrante. Sin embargo, el director elige enfocarse en tautologías evidentes, lo que lleva a la conclusión de que la charcutería no constituye un drama.
Pausada, casi en silencio, el director propone una minuciosa exploración de este tiempo que vivimos, marcado por la ausencia y la falta de sentido. ¿Resulta absurdo? Sin duda lo es. Sin embargo, es inmejorable y cuidadosamente absurdo. De otra manera, se vuelve esencial.