El planteamiento se siente demasiado formulado, ofreciendo una serie de escenarios comunes. Aunque la energía es palpable, la mayoría de los demás aspectos son decepcionantes.
Lo esencial era la presencia del enigma, lo que permitía nuevas formas de ver el mundo. Sin ello, el misterio tomaba el control de nuestras vidas, convirtiéndonos en tristes y solitarios espectadores de una era limitada.
Hawks orquesta una película que se siente como un meteorito en su trayectoria. Es, sin duda, una de las obras más intensas que ha salido de Hollywood. Destacan la dirección excepcional, las actuaciones sobresalientes, los diálogos ingeniosos y el delicioso y enriquecedor caos del entorno.
El siempre aguerrido Seagal reparte venganza con fruicción desusada. Los policías corruptos acabaron con su familia y... hasta ahí podíamos llegar. Si se tratase de un adoquín, sería el más gordo
Perdido el efecto sorpresa de la primera parte, la repetición se siente pesada. Aun así, un poco de dinamismo y un elenco bien alineado logran ofrecer un entretenimiento desprejuiciado.
A pesar de las complejidades y formalismos que presenta una historia tan enrevesada y ambiciosa, persiste el reflejo de un instante que, con el tiempo, se sumerge aún más.
Un policía se infiltra entre narcotraficantes. Con esta rutinaria excusa, el también actor Duke contruye un thriller atípico, vigoroso y con una punta de ironía.
«Una esfera infinita, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna». Así definía Pascal el universo y así construye el egipcio Mohamed Diab su admirable Clash.
La película presenta de manera excepcional el desafío de confrontar la lógica burocrática, destacando la nueva perspectiva del sentimiento, dejando de lado cualquier trinchera ideológica.
La teoría sostiene que la elipsis, esa habilidad de dejar entrever lo oculto, es fundamental en el cine. Se trata de tocar con sutileza el misterio de una vida que se manifiesta desde las sombras.
No está claro si 'Jurado Nº 2' será la última película de Eastwood, pero en caso de serlo, es un adiós impresionante, lleno de vitalidad y lejos de cualquier sentimiento de despedida.