Enrabietada y violenta invitación al caos. el resultado es más bien difuso. Pierde fuerza cuando se empeña en el discurso más o menos evidente y gana enteros cuando salpica la furia.
Road movie tan pendiente de los detalles absurdos como perspicaz a la hora de dibujar metáforas, gana cuando se vacía de retórica y pierde cuando cruza la línea, también delgada, que la acerca a la impostura del melodrama.
Mucho ruido, poco cine. Se presenta una visión de la realidad en la que los villanos son extremadamente malvados, completamente corrompidos por el dinero, mientras que los héroes se muestran de manera solemne y excesivamente buenos.
Simpático y fresco ejercicio de astucia. La relación de pareja en el centro de un tiroteo cruzado de guiños y codazos cómplices, de la mano de un guión que exibe un prodigioso oído para cazar imposturas de jóvenes insatisfechos.
Deslumbrante laberinto barroco, un extraño y delirante trampantojo que combina comedia y tragedia, y terror y melodrama. Es una experiencia gozosa y brutal.
Un drama de época tan peculiar, personal y, por supuesto, turbio que no queda otra que rendirse. Lanthimos acierta a acercarse como nunca antes a sí mismo.
The square vive toda ella alimentada por la ira, por la necesidad de contarlo todo en cada plano, por vencer por acumulación. Y así pierde buena parte de su fuerza por el caos en el que vive desde el primer plano.
Magistral ejercicio de hipnotismo. Pablo Berger crea uno de los más audaces y brillantes ejemplos de equilibrio cinematográfico que ha ofrecido el cine español en los últimos tiempos.
Hasta esta película, Yimou tejía narraciones con precisión. Ahora, todo ha cambiado. Abordando el tema del capitalismo voraz, se percibe una fractura. La estructura se descompone y la sintaxis se desdibuja. No hay una historia como tal, sino una ironía vibrante y provocadora.