Fea, aburrida y triste, esta obra de Chloé Zhao representa una oportunidad fallida para explorar nuevos tipos de superhéroes. Sin duda, es la más melancólica de su género.
La brillante provocación de lo naif presenta un retrato delicado y claro sobre la tolerancia y la aceptación del otro, explorando lo trans de manera vocacionalmente ingenua.
Los Dardenne reinterpretan a Agatha Christie, ofreciendo un 'thriller' melancólico que renuncia a la tensión excesiva que convierte un crimen en espectáculo. De esta manera, los directores continúan mostrando su grandeza y maestría en el cine.
Carax se presenta como un misterio lleno de belleza y emoción, similar a un destello en la superficie del agua. Estos momentos representan lo más destacado que Cannes ha ofrecido en un largo tiempo.
Cuarón y Blanchett se enredan en la complejidad de la narrativa, que resulta ser un ejercicio de intriga repetitivo y poco convincente. Aunque es innegable el buen gusto y la audacia del director, el resultado es casi desastrozo.
La trilogía de los colores de Kieslowski ofrece un profundo y melancólico examen de la simplicidad de tres importantes ideas: Libertad, Igualdad y Fraternidad, todo ello con un toque de esperanza.
Todo transcurre en un estado de excepción que devuelve a las salas de cine la magia del escalofrío. Es una obra efectiva, vibrante y eléctrica que invita a observar la pantalla y dejarse llevar.
Cate Blanchett brilla en la cautivadora 'TÁR', mostrando que una actuación excepcional puede ser la clave para una dirección cinematográfica sobresaliente.
Delicado prodigio. Es cine carnal, emocionante, con una vibración interior casi hipnótica. Una película memorable que muta a medida que avanza, perfecta, expansiva y dolorosa.
Consiste en despojar a la palabra aventura de su esencia, transformándola en algo vulgar y perturbador. Aunque es una película correcta, está profundamente afectada por la sombra de 'Meek's Cutoff'. Es similar, pero en una versión inferior.
Rebollo deslumbra con la historia reinventada de Gabriel Veyre. Un auténtico prodigio que se dedica a la noble tarea de devolver a la pantalla la virtud del misterio y la belleza de lo inesperado.
McNaughton muestra un cambio en su enfoque después de "Henry, retrato de un asesino". Lo que antes era intenso y provocador ahora se traduce en una especie de rabia infantil. Puede resultar entretenido en ocasiones, mientras que en otras puede ser un poco molesto.