No queda otra que rendirse. La historia del concierto de la banda de Dublín en un Sarajevo en ruinas, justo al finalizar la guerra, es memorable y emociona profundamente.
El rigor exótico de la puesta en escena y las interpretaciones es atractivo, pero el patetismo forzado y los mensajes excesivos resultan agotadores. La historia carece de desarrollo y se pierde demasiado lejos de su propósito.
Una reinvención del romanticismo que no cae en clichés, aunque su resultado es desigual. Es un tanto cursi, pero posee una elegancia particular. Florence Pugh y Andrew Garfield ofrecen interpretaciones sobresalientes que ayudan a entrelazar el drama.
Una historia de amor que se presenta como una bella metáfora, mostrando la lucha de una mujer indígena entre las raíces de su tradición y los desafíos de la modernidad.
Depardieu brilla como nunca. Este hermoso melodrama se sostiene gracias a la poderosa expresión de su gesto, cuerpo y voz, que incluso nos regala una interpretación musical. Un verdadero grande del cine.
Stella Meghie crea una conmovedora y elaborada narración sobre el amor y la intimidad. Resulta impactante, pero refleja la realidad de manera auténtica.
Clooney y Pitt derrochan carisma en una comedia que carece de originalidad. La trama es predecible y la falta de tensión es evidente, lo que puede hacer que los no aficionados se distraigan durante la proyección.
En un parque, Walsh logra captar la esencia más intensa del cine de guerra. A través de los soldados y su desesperada lucha por la supervivencia, presenta una historia cruda y directa, sin adornos ni distracciones.
Intenso, redicho, desproporcionado y muy atormentado. Las actuaciones son sobresalientes, aunque resulta algo agobiante. La película cumple con lo que promete, pero su búsqueda de profundidad y necesidad de emocionar puede ser abrumadora.
Rithy Panh se sumerge en un laberinto solitario, creando un documental-instalación que se siente tanto serio como confuso al abordar el tema de las guerras.
Una narración errática y caótica que refleja la vida misma, pero que se salva por su pasión por la justicia y su defensa de los oprimidos. Ofrece un debate actual y desafiante que va más allá de lo que se puede expresar en un tuit.
Es un delicado ejercicio de cine en el que la textura del blanco y negro se confunde con la temperatura de la piel, con la calidez dolorosa de un primer plano que, en verdad, es herida.
La primera parte de la película, mientras dura el efecto sorpresa, logra cautivar en ciertos momentos. Sin embargo, rápidamente se convierte en una narrativa autocondescendiente que resulta incómoda y decepcionante.
Coppola reinventa la emblemática figura de la vigilante de la playa, trasladándola desde un mito machista a uno más neutro, en una propuesta que resulta a la vez clara y acogedora, pero también carente de cierta intensidad dramática y profundidad psicológica.