Hay películas que, por su pura extravagancia, logran fascinar. Presentan efectos especiales inenarrables. Sin embargo, hay que reconocer que, aunque existan otros delirios en el cine, este en particular destaca.
La nueva versión es simplemente distinta y, en mi opinión, inferior. Presenta un friso de dolor y alegría, que resulta llevadero y, en ciertos momentos, ridículo, aunque siempre está perfectamente coreografiado.
La última y quizás más desvergonzada explicación de sí mismo. Una preciosa y preciosista película de espías el más enfermizo monumento al egocentrismo.
Minnelli consigue convertir la más ridícula y endomingada historia en un trabajo exquisito para contemplar con una sonrisa. El director transforma lo trivial en necesario, ofreciendo una exposición de nostalgia que resulta imprescindible.
El director no sólo deja sin justificar el motivo de la, otra vez, reiterada puesta en escena, sino que detiene la película en un solo instante de confusión y rabia cerca de la eternidad. Y de la exasperación.
Incapaz de comprometerse con una de las mil historias que apenas bosqueja, 'Capri-revolution' navega confundida entre su falta de foco, su academicismo forzado y, admitámoslo, su didactismo algo cargante.
Lo que importa es la propia textura del relato, que se presenta como una nueva versión de La isla del tesoro. Es un viaje brillante hacia el fondo de las palabras, ese lugar donde habitan los cuentos.
Magistral Ozon. (...) una tragedia dura y cruda lanzada sobre el borde mismo de todos los precipicios posibles. Y así, hasta alumbrar una de las mejores películas de una filmografía camino de lo inacabable. Tal cual.
El director crea una tensa elegía sobre el difícil destino de un pueblo. La película se estructura en escenas vibrantes que destacan su virtud. Todo en 'Sunset Song' resuena.
Un camino de despertares a la vida y descubrimientos excepcionales. Lo mejor: los mano a mano entre las dudas del niño, interpretado por Sanz, y el profesor, además sacerdote, con acento mexicano a cargo de Quinn.