Magistral relato de la madurez trágica del genio de Calanda. Simó lo presenta de forma emocionante, precisa y conmovedora. El resultado es tanto revelador y lúcido como profundamente inspirado en su deseo de ruptura.
Es un trabajo preciso que destaca por su corrección. Sin embargo, el uso excesivo de circunloquios, demoras y repeticiones disminuye la fuerza de una película que aspira a ser profunda.
La película, como los últimos trabajos de Loach, admite pocos matices. La puesta en escena se reduce al punto del absoluto pragmatismo y la esquematización de los personajes alcanza por momentos la caricatura.
Una puesta en escena carente de energía, rutinaria y desorganizada, donde el magnetismo del gran Duvall se ve eclipsado por las lamentables características de un telefilme, que destaca únicamente por su torpeza.
Meticulosa dirección artística y banda sonora de jazz apabullante para hilvanar un relato fragmentado alrededor de dos vidas erráticas y un mafiosos dicharachero. Altman radiografía la primera de sus miradas. Allí donde habita el riesgo.
Excursión por las miserias de la guerra civil. El sólido libreto y las no menos enérgicas interpretaciones conducen de forma sincera una crónica cálida, cercana y profunda de una derrota.
Deliciosa comedia con todo el sabor del mejor cine de Bogdanovich. La pequeña Tatum debuta y se gana un lugar de privilegio en el más cuidado de los rincones.
McLagen deja el western y se empeña en un adusto melodrama de ex convictos y callejones sin salida (cosas de los años treinta). Lo mejor: un Stewart entregado al noble arte de arrasar. Entretenida.
La historia resulta ser extraordinaria y cargada de significado, pero el rigor ortodoxo y casi rígido de la puesta en escena termina siendo perjudicial. Se presenta un melodrama 'de concentración' que, aunque correcto, se siente insípido y rutinario.
Alterna momentos delirantes con una narración que se siente cuidadosamente estructurada, explorando terrenos tan originales como emotivos. Oscila entre un control casi exasperante y un aprecio por el absurdo en su forma más cruda.
Malick apabulla y decepciona a la vez, aunque es indudablemente superior a sus trabajos anteriores, que resultan muy confusos. Esta obra busca ser monumental desde el primer instante, pero peca de excesiva pomposidad.
Ni el rigor de una puesta en escena clásica ni el didactismo a machamartillo logran transmitir la gravedad y dimensión de este tríptico inmenso, que resulta angustiosamente descomunal pero, al final, fallido.
Newell dirige la que posiblemente sea su obra más representativa del estilo británico, logrando adaptar el bestseller de Barrows y Shaffer con gracia y soltura, aunque de la manera más predecible.