Digámoslo de entrada: a sus 54 años, Steven Seagal ya no está para hacer como si fuera un jovencito. Se enfrenta a una historia desgastada y predecible, con una rutina de combates marciales que carece de originalidad.
Lo que perjudica al conjunto es, por un lado, la falta de justificación en algunas escenas, y por el otro, la clara inclinación hacia el falocentrismo. Esta combinación convierte lo que podría haber sido un buen thriller y un filme de dramaturgia equilibrada en algo completamente diferente.
Parte de dos intenciones tan extremas como apasionantes: una, la reflexión sobre los límites del amor otra, cómo hacer para que, sin abandonar nunca el punto de vista del asesino, el espectador no se limite a juzgarlo. Ambos desafíos los supera el director, y con creces.
Una desigual ópera prima; el argumento y la trama resultan caprichosos. Sin embargo, todo lo demás, es decir, la calidad técnica, el ritmo narrativo e incluso el desempeño de los actores, son muy efectivos y destacan notablemente.
Plúmbeo, más bien penoso, decididamente olvidable dramón seudopsicológico que pretende conmover, preo que logra exactamente lo contrario: la carcajada involuntaria.
Documento esclarecedor, doloroso e imprescindible. Los actores son todos espléndidos, pero destaca el descubrimiento de la deslumbrante Justina Bustos, un verdadero hallazgo.
Casas, matizado entre la indefensión y el encanto, ofrece una interpretación tan poderosa que se olvida que el resto del elenco carece de personajes con los cuales conectar.
Es una propuesta modesta y bien narrada que ayuda a construir un personaje encantador, lo que la convierte en una recomendación sólida para un público inteligente.
El flipino narra esta historia real con la velocidad de un filme de acción, pero además con la habilidad de un agudo observador de las relaciones humanas. El resultado es una película inteligente.
Es humanamente envolvente, perfectamente ajustada a un tempo narrativo impecable, más esclarecedora que un tratado de ciencia política... no se le puede pedir más.