Magnífica. Una suerte de regreso a los orígenes que nos devuelve a un Scott comprometido con la exploración de verdades profundas de la naturaleza humana.
Una convencional clase de historia, en la que la fuerza arrolladora de algunas imágenes –en particular, las de los campos de batalla– no trastoca el orden, mesura y equilibrio del conjunto del film.
Un disciplinado homenaje al espíritu del Nuevo Hollywood de la década de 1970, con la presencia inigualable de McConaughey, quien se erige como el eterno portavoz del pensamiento positivo en situaciones adversas.
Un riguroso trabajo documental que se presenta más como un retrato panorámico del universo de Keaton que como un análisis fílmico o historiográfico profundo.
El retrato de las malas artes de la prensa amarilla, que yace en el subtexto del film, termina contaminando la propia película, que no consigue escapar a ciertos impulsos sensacionalistas.
Entre glitches, cambios de formato y otras impurezas digitales, Godard observa la decadencia de Europa y demanda repensar sin prejuicios la convivencia con el mundo árabe.
Manierista ópera prima, construida en el límite de lo visible. Rabiosamente romántico, este ejercicio de cine conceptual y político se convierte en un estético retrato de la catástrofe europea.
Entrecruza el existencialismo de Ingmar Bergman, el surrealismo de Luis Buñuel, la comicidad de Jacques Tati y el manierismo monumental de Federico Fellini.
Odisea ficcional, cargada de entereza y sensibilidad. McDormand brilla en el hermetismo más expresivo. Es una película que se va construyendo a partir de hallazgos luminosos.
Una versión superficial del impresionismo de Sofia Coppola, con algunos rasgos de Wong Kar-Wai y abundante iconografía indie, su esencia es similar a la de la saga 'Crepúsculo'. Es una sentimental celebración del drama romántico dirigido a los adolescentes.
Una de las obras más ambiciosas del cineasta. El mayor problema es que, en su anhelo por acreditar el sufrimiento de sus personajes, acaba atrapando al espectador en un fuego cruzado de sobresaltos siniestros.
Propone al espectador un viaje absolutamente impredecible. En ocasiones, se impone la ley de la elipsis más brutal y maravillosa. Otra veces, florece el surrealismo. Magistral.
Entre Samuel Beckett y Luis Buñuel, 'Chevalier' lleva a buen puerto su satírica elegía por un sistema socioeconómico que agoniza a manos de una tropa de inseguros narcisistas.
Una obra 100% Jarmusch. Jarmusch logra trascender la noción del pastiche posmoderno a través de la dimensión política que presenta, haciendo de la coherencia estética e ideológica sus armas más contundentes.