Magnífica. Una suerte de regreso a los orígenes que nos devuelve a un Scott comprometido con la exploración de verdades profundas de la naturaleza humana.
Una convencional clase de historia, en la que la fuerza arrolladora de algunas imágenes –en particular, las de los campos de batalla– no trastoca el orden, mesura y equilibrio del conjunto del film.
Un disciplinado homenaje al espíritu del Nuevo Hollywood de la década de 1970, con la presencia inigualable de McConaughey, quien se erige como el eterno portavoz del pensamiento positivo en situaciones adversas.
Una transgresora aproximación a la vida real de una monja italiana del siglo XVII, magistral en su ejecución. Es una bomba de incorrección y transgresión, un verdadero vendaval emocional.
Un riguroso trabajo documental que se presenta más como un retrato panorámico del universo de Keaton que como un análisis fílmico o historiográfico profundo.
El retrato de las malas artes de la prensa amarilla, que yace en el subtexto del film, termina contaminando la propia película, que no consigue escapar a ciertos impulsos sensacionalistas.
Chispeante festín de villanía y coacción, donde el tramposo más infame de la historia del deporte exhibe una sibilina alevosía. Se sitúa más cerca del cine de gángsters que del drama deportivo.
Película extraña, árida y panfletaria. Se trata de una obra audaz, introspectiva y hermética, que se muestra completamente desinteresada por la espectacularidad que predomina en el cine contemporáneo.
Entre glitches, cambios de formato y otras impurezas digitales, Godard observa la decadencia de Europa y demanda repensar sin prejuicios la convivencia con el mundo árabe.
Manierista ópera prima, construida en el límite de lo visible. Rabiosamente romántico, este ejercicio de cine conceptual y político se convierte en un estético retrato de la catástrofe europea.
Entrecruza el existencialismo de Ingmar Bergman, el surrealismo de Luis Buñuel, la comicidad de Jacques Tati y el manierismo monumental de Federico Fellini.
Odisea ficcional, cargada de entereza y sensibilidad. McDormand brilla en el hermetismo más expresivo. Es una película que se va construyendo a partir de hallazgos luminosos.